Joaquín Ramos López
Opinión

La asocial actitud de no votar

Joaquín Ramos López

Jueves 6 de octubre de 2022

3 minutos

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Jueves 6 de octubre de 2022

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Estamos entrando en un nuevo periodo largo de elecciones políticas. Bueno, si es que hemos salido realmente, porque las pausas entre todas y tantas se quedan en unos suspiros.

Un dato importante de los resultados de cualquier llamada a las urnas es el de los porcentajes de votos emitidos, o sea el correspondiente al número de electores que se han personado ante las mesas de votación o lo han hecho por correo.

Otro, deducido por diferencia con el total oficial de ciudadanos con derecho a votar, es el porcentaje de los que decidieron voluntariamente no participar con su voto (ni a plantearse ese deber social), más los que se vieron imposibilitados de hacerlo por motivos razonables (presumiblemente en menor número).

La validez objetiva de un resultado electoral no cuestiona la alta o baja cantidad de los votos emitidos. Suele admitirse que acercarse al 60% avala la eficacia de esa votación; si bien una participación inferior también sería válida.

Las decisiones que se tomarán después por los elegidos serán aplicadas a todos en general. O sea, nada importan –¿o sí?– ni nada pueden reclamar quienes no fueron a votar.

Entonces, esa otra mayoría, completa y cierta, que suele denominarse “silenciosa”, ¿qué pinta y qué puede o espera recibir de sus gobernantes? Si no fueron a votar, ¿es porque se conforman con cualquier resultado?, ¿no se fían de los elegibles?

Cada vez que se produce una manifestación popular en pueblos y calles en protesta, defensa y reclamo de mejoras y cambios  sociales, con frecuencia –demasiada actualmente– la concurrencia de afectados resulta más ostensible y justificable.

Y están, además, esos grupos habituales o espontáneos de familiares, amigos, compañeros, que acostumbran a diario a criticar –no sin su razón, claro– todo lo que consideran que funciona mal a su alrededor. Y se exclaman por ello en conversaciones y chats.

Uno se pregunta: ¿votan todos esos cuando se da la ocasión?, ¿aprovechan esa posibilidad formal para elegir la opción que podría cambiar su valoración de la situación criticada?, ¿se hacen presentes donde pueden manifestarse legítimamente e influir en su ideal?

Los altos porcentajes de eludir las votaciones que se dan en nuestras democracias, sean por elecciones políticas, laborales, vecinales o grupales, optando por la abstención, es prestar un flaco servicio a esa sociedad o colectivo al que se pertenece. Es, sin duda, ejercer un derecho, pero es hacerlo con desprecio social.

Las opciones del SI, el NO, o los elegibles Negro o Blanco, no son excluyentes, pues se tiene legítimamente la posibilidad de votar “en blanco”. De tal guisa, el ciudadano puede dejar constancia de su desacuerdo con todo lo propuesto por los candidatos.

En nuestra legislación, el voto en blanco (sobre vacío o incluyendo un papel también albo) es considerado voto positivo –en contra del voto nulo (o esperpento) que no lo es–. O sea, computan para hacer porcentaje electo que hasta podría provocar se dotasen escaños “vacíos” de superarse los mínimos reglamentados.

Reflexione pues, próximo elector. Vaya a votar siempre. Solamente no lo haga si es por causa de fuerza mayor. Propóngase ayudar a su causa. Sea solidario con sus conciudadanos. Elija o vote en blanco, pero no se abstenga.

Y si la cuestión va de Juntas de empresas o Asambleas de comunidades, asociaciones y clubes, haga lo propio o por lo menos, si así está regulado, delegue en otra persona de su confianza ese fundamental derecho.

Sobre el autor:

Joaquín Ramos López

Joaquín Ramos López

Joaquín Ramos López es abogado, vicepresidente de la Comisión Séniors del Ilustre Colegio de la Abogacía de Barcelona (ICAB) y autor del blog Mi rincón de expresión.

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