Que atiendan personas y no máquinas
Balbino Lozano VicenteJueves 3 de febrero de 2022
2 minutos
Jueves 3 de febrero de 2022
2 minutos
El imparable camino hacia la informatización nos está conduciendo a la pérdida de nuestra condición humana. Nuestra personalidad se deteriora a medida que el pensamiento se ve condicionado por las técnicas de funcionamiento de tantos aparatos que te obligan a seguir las instrucciones de su utilización para obtener un resultado que, a veces, no es el deseado.
Y es que muchos aparatos se han hecho para no pensar, para no hablar, para no dialogar, para no gestionar, para no opinar, para no discutir, para aceptar únicamente lo que está programado.
Las relaciones humanas no cuentan porque quien te atiende no es una persona. Es inútil intentar dialogar con una máquina.
Puede que las nuevas tecnologías hagan las delicias de los jóvenes y de los niños, pero para la mayoría de las personas mayores llega a ser una tortura, porque en edades avanzadas es difícil aprender el manejo de aparatos como móviles, ordenadores y otros muchos instrumentos electrónicos que se imponen en la vida moderna.
Sin duda, quienes inventaron dispositivos de robótica, domótica, informática, transmisiones, etc., lo hicieron para mejorar la calidad de vida de las personas, pero hay que aprender su manejo y este no suele estar al alcance de quienes han dejado atrás muchos años de trabajo y sacrificios.
Las personas mayores han llegado a esa etapa en la que tienen derecho a disfrutar de un verdadero bienestar, comodidad que la sociedad les niega cuando en entidades bancarias se le ponen obstáculos para disponer de sus propios ahorros, o cuando pretendiendo cuidar su salud, desde las instituciones sanitarias demoran atenderles con citas previas que, cuando llegan, ya es tarde para remediar sus dolencias.
Quienes tienen la responsabilidad de gobernar deberían adoptar resoluciones que remedien la situación de desventaja que los mayores tienen con las nuevas tecnologías, dispensándoles un trato más directo y humanizado, sin plantear retóricas que aparentemente quedan muy bonitas en la literatura, pero suelen ser inaccesibles en su aplicación.