Jueves 30 de abril de 2020
2 minutos
81 menús de residencias de mayores, a examen: "Baja calidad nutricional y abuso de procesados"
Hoy os voy a hablar de la comida en mi nuevo hotel medicalizado, al que llegué tras dejar mi residencia de Usera, hace más de una semana.
La verdad, está muy rica. El otro día tocaban garbanzos guisados con verduras y pollo y de postre, piña. También nos dan una botella de agua mineral.
Otra cosa que me encanta es mi nueva cama queen size. Es toda una tentación tenerla siempre al lado y en ella me echo todos los días un par de horas de siesta.
Volviendo a la oferta gastronómica, en la merienda, cada tarde nos ofrecen algo distinto y a escoger (este miércoles tocó zumo de naranja natural y una magdalena). ¡Un lujo!
Y después de rellenar de nuevo el estómago toca terraza y tomar algo el aire. Allí hago ejercicio que me pauta el personal. Debo reconocer que es un alivio ese momento para estirar un poco el cuerpo y respirar hondo.
De cenar, este miércoles tocó brócoli y tortilla francesa y, por supuesto, café. No puedo vivir sin él. La cena se hace en un ambiente tranquilo y cordial, de atención constante y personalizada.
Luego, a la noche, el único ruido que se escucha es el de los pasos suaves por el pasillo y el roce de los EPI al caminar. Algo, que me recuerda que vivo en confinamiento, pero ya no es como antes. Ahora, son vacaciones dentro de la cuarentena, pero vacaciones, al fin y al cabo. ¡No puedo pedir más!
(En la foto principal se ve la vista desde mi habitación. Da a la Plaza Santa Ana).