Martes 5 de mayo de 2020
2 minutos
Este lunes me he levantado, como todos los días, a las ocho de la mañana. Ha venido a despertarme nuestra auxiliar y me ha ofrecido cinco minutos más de desperezo. Es muy maja y, la verdad, me ha pillado muy dormida.
Después, me ha comentado que su responsable lee este diario y que le gusta. ¡Qué bueno!
Tras una breve conversación, toca el desayuno. Como siempre, ha llegado puntual y es abundante y rico. En general, los menús son de buena calidad y variados. Y, en mi caso particular, se adaptan a mis restricciones, ya que tengo una alta intolerancia a la lactosa.
Luego, ha pasado la enfermera, que me ha notado algo decaída. ¡No se le escapa nada! Entonces y de manera espontánea, ella y el personal de limpieza han comenzado a entonar, al unísono, el Cielito lindo.
Lo han conseguido, han logrado que sonría y que me una yo también. "Cantando se alegran, cielito lindo, los corazones”. Son muy buena gente y muy profesionales, siempre buscando que sonría y esté bien.
Por la tarde, han subido la enfermera y el doctor y hemos comentado la escena matutina de cómo nos pusimos a cantar todos. Nos hemos reído un buen rato.
Por cierto, como apunte, no es lo mismo un hotel al uso que uno que está medicalizado. No entiendo que esto no se comprenda. Es distinto realizar una estancia temporal por vacaciones o para asistir a un evento, en un contexto normal, que vivir aquí, algo que he tenido que hacer por la situación en mi residencia y porque se me ha ofrecido. No son vacaciones, aunque el trato sea exquisito.