Cartas a la directora

El cantarín y sus palmeros

Jesús Martín Fernández

Miércoles 20 de marzo de 2024

ACTUALIZADO : Miércoles 20 de marzo de 2024 a las 18:01 H

3 minutos

Congreso de los Diputados
Jesús Martín Fernández

Miércoles 20 de marzo de 2024

3 minutos

cintillo cartas a la directora

 

Me cuesta ponerme a escribir, pero es que la indignación ya no me deja estar callado y me veo perdido. Ya no se dónde situarme políticamente.

Nací hace 84 años en el cuarto piso de la llamada Casa del Pueblo y Círculo Socialista de Bilbao, siendo hijo de un socialista republicano. Me consta que a mi hermana, cuatro años mayor que yo, la tuvo en brazos aquel ministro llamado Indalecio Prieto.

Aquella incivil guerra que tanto nos desunió hizo que a mi me pusieran el nombre de Jesús, en recuerdo de un hermano de mi padre caído en el bando contrario, es decir soy hijo de un republicano socialista y llevó el nombre de un Caído por Dios y por España. A eso llamo yo reconciliación y de lo cual me siento muy orgulloso. Eso creo que sí es memoria histórica por encima de todo aquel odio que se sembró en aquellos nefastos años y que algunos interesados quieren mantener aún viva por conveniencia política meneando momias, que siempre huelen mal.

Después y convencidos que se enterraban los rencores, nuestra generación cada uno en el puesto que le correspondió y no habiéndonos preparado para ello, dio ejemplo de fraternidad y convivencia haciendo aquello que ahora algunos no quieren reconocer que fue la llamada transición a la democracia.

Ahora y en nuestros días me siento desorientado y diría que avergonzado e indignado por la actitud de nuestros dirigentes políticos actuales, que en ningún caso se preocupan de los problemas del pueblo y sí por conservar el puesto en el pesebre que los mantiene. Más parece el Congreso de los Diputados una taberna de barrio del siglo XIX que el lugar donde se defienden los derechos y las libertades del pueblo. La imagen que dan es de una banda de malos cantantes donde uno abre la boca y los demás dan palmas para llevar el ritmo al cantarín, que al final de la fiesta es el que les paga el rancho.

Por todo lo anterior, creo que se les debe de exigir a todos ellos que se dediquen a trabajar por el pueblo y su bienestar y no a tocar las palmas para mantenerse en la poltrona y conservar el cebadero, porque eso no es trabajar por lo que prometieron, eso se llama estafar y yo me siento estafado.


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Jesús Martín Fernández