Viernes 3 de junio de 2022
3 minutos
Apreciado director:
Pido su ayuda para que estas líneas lleguen a nuestros queridos políticos.
Queridos míos, se os ve tristes, iracundos, poco respetuosos con los adversarios y bastante maleducados. En realidad, creo que no es todo culpa vuestra, sino de una sociedad bastante irracional que ha olvidado que todos somos gotas del mismo mar y que en el fondo todos somos agua. Os comportáis como si fueses la ola más lista o la más guapa o la más inteligente, sin daros cuenta de que esa otra ola que os parece tan tonta, tan inculta, tan facha, o tan roja está compuesta de la misma esencia que vosotros. Si mirarais un poco a vuestro interior os daríais de narices con la tranquilidad del agua, la paz de las profundidades, nada más.
¿Será necesaria una invasión de marcianos para que podamos darnos cuenta de que somos una motita de polvo perdida entre millones de galaxias, en la que nos entretenemos en posturear y no en cooperar para que nuestro planeta pueda ser una vivienda magnífica para todos nosotros?
Señores del Parlamento, por favor, daos cuenta de que es mucho más lo que os une que lo que os separa. Pensad profundamente, deporte al que no sois muy aficionados, en que todos tenéis dos pies, dos manos, un bazo, dos orejas, posiblemente una tráquea y dos calcáneos. Que el diputado más izquierdista de Podemos se asemeja mucho más al diputado más derechista de Vox que un gorila a un bonobo. Que ambos desean ser felices y lo mejor para su familia y posiblemente sus amigos. ¿Tanto cuesta extender ese deseo hacia aquellos que no piensan exactamente igual que ustedes en muy poquitas cosas de la vida? Las principales, cómo se quiere a los hijos, se desinfecta una bañera o se preparan unas patatas fritas, son iguales para ambos.
Así que, por favor, queridos políticos, hagan un esfuerzo en comprender al otro, en no demonizarle, en apartar el discurso del odio que crea tanta violencia en la sociedad. Solamente les pido que, para empezar, se miren al espejo y se den cuenta de que sus diferencias con sus adversarios en otros partidos son diminutas. Nuestro país les agradecería muchísimo –y si no no nuestro país, que quizás es algo exagerado, yo al menos– que buscaran qué les diferencia realmente del que han llamado hace un rato mangante sinvergüenza, estúpido o malvado. Si encuentran más similitudes a un holoturia o a un gusano plano que a su adversario sigan así, de lo contrario conviene que se lo hagan mirar.
Con todo mi afecto
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