
Domingo 20 de abril de 2025
2 minutos

En un mundo donde el consumo define nuestras sociedades, propongo una reflexión que une lo cotidiano con lo trascendental: ¿y si el humilde donut, símbolo universal de nuestro tiempo, se convirtiera en un aliado para las pensiones de los trabajadores? Imagino un sistema donde cada compra de este dulce aporte un pequeño porcentaje —un 1%, por ejemplo— a un fondo global de jubilación, gestionado en tiempo real con tecnología transparente.
Con millones de donuts consumidos diariamente, estas microaportaciones podrían generar un impacto significativo, especialmente en países como España o Japón, donde el envejecimiento desafía los sistemas de bienestar. Sería una dulce revolución: un gesto simple que equilibre placer y propósito, conectando el consumo con la justicia social.
Invito a sus lectores a imaginarlo: "Compra un donut, asegura un futuro". ¿No es hora de que lo cotidiano financie lo esencial?
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