Cuando irse unos días de vacaciones se convierte en un lujo inalcanzable
Miércoles 26 de junio de 2024
3 minutos
Miércoles 26 de junio de 2024
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Estimada directora,
Me temo que volveré a disfrutar un verano en mi piso de Carabanchel, en Madrid, y a pasear por el parque de Madrid Río en la fresca cuando caiga la tarde. Me dirijo a usted como un jubilado preocupado y desilusionado con la actual situación de los precios de los alojamientos turísticos en nuestro país. Durante años, he trabajado arduamente, ahorrando con la esperanza de poder disfrutar de unas merecidas vacaciones durante mis años de jubilación. Sin embargo, lo que solía ser una alegría anual se ha convertido en un lujo inalcanzable para una economía familiar humilde como la mía debido a la desorbitada escalada de los precios de hoteles, apartahoteles y apartamentos turísticos, especialmente durante los meses de verano.
Es triste y alarmante observar cómo la industria turística ha convertido unas sencillas vacaciones familiares en un privilegio solo accesible para unos pocos. Los precios han subido a niveles astronómicos, haciendo que familias humildes, como la mía, no puedan permitirse ni siquiera unos pocos días de descanso fuera de casa. Esto no solo afecta a los jubilados con ingresos fijos, sino también a muchas familias trabajadoras que se ven obligadas a renunciar a sus planes de vacaciones debido a los costes prohibitivos.
El turismo siempre ha sido un motor económico crucial para nuestro país, pero me pregunto, ¿a qué precio?, ¿con qué coste social?, ¿a costa de quién? La avaricia desmedida está excluyendo a un segmento significativo de la población que, irónicamente, ha sostenido esta industria durante décadas. Recuerdo con nostalgia cuando podíamos permitirnos unas vacaciones sin tener que sacrificar otros aspectos esenciales de nuestra vida diaria.
No es justo que los precios de los alojamientos se incrementen desproporcionadamente durante la temporada alta (que cada vez es más larga), aprovechándose de la demanda y dejando a muchas familias sin opciones asequibles (ni siquiera en el turismo de interior o montaña). Los pequeños ahorros de una pensión no deberían destinarse exclusivamente a cubrir unos pocos días de vacaciones, cuando también hay que afrontar gastos médicos, alimentación y otras necesidades básicas. Y como hay que comer, pues no te queda más remedio que no veranear.
Es verdad que los jubilados tenemos a nuestro alcance mecanismos que nos permiten ir de vacaciones de manera desestacionalizada, como es el caso de los viajes del Imserso o los de algunas agencias de viajes, pero si queremos hacerlo en verano, Semana Santa, los puentes de festividades como Todos los Santos, Navidad, etc., cuando lo hacen nuestros hijos e hijas y otros familiares, es absolutamente imposible para nosotros.
Hago un llamamiento a las autoridades competentes y a los empresarios del sector turístico para que reconsideren esta situación y busquen un equilibrio que permita a todos disfrutar de un merecido descanso sin tener que endeudarse o renunciar a otras necesidades básicas. Es esencial que se implementen políticas y regulaciones que frenen esta escalada de precios y que se ofrezcan alternativas más accesibles para todos los ciudadanos.
El derecho a unas vacaciones dignas no debería ser un lujo reservado para unos pocos, sino una posibilidad al alcance de todos, independientemente de su situación económica.