Desahucio de ancianos: mi madre no es una basura sin derechos
Domingo 12 de febrero de 2023
ACTUALIZADO : Miércoles 15 de febrero de 2023 a las 19:20 H
5 minutos
Domingo 12 de febrero de 2023
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Estimados Señores:
Me llamo David Carretero y vivo en Madrid. Mi familia ha estado en un piso de renta antigua desde los años 30. Nunca hemos creado un solo problema. Nunca se ha dejado de pagar cantidad alguna.
Hace unos años, mi padre, de 85 años, titular del contrato de alquiler, tuvo que ingresar transitoriamente en una residencia de mayores por problemas de salud. Desde entonces, su salud ha empeorado, sufriendo un ictus cerebral que le impide comunicarse o comer, siendo alimentado por sonda gástrica.
En septiembre del pasado año, la inmobiliaria propietaria del piso localiza a mi padre en la residencia y pone en movimiento una operación de maldad sin límites, presentando una demanda de desahucio contra él donde indican que dan por finalizado el contrato y exigen la salida de la casa de mi madre, de 78 años, y mía.
La noticia nos deja atónitos, no solo tanto por las barbaridades que pretenden cometer a costa de las retrógradas leyes españolas, sino por la maldad que están cometiendo contra nosotros.
Somos personas de muy escasos recursos. Mi madre cobra una pensión no contributiva y mis ingresos no llegan al salario mínimo. Hemos contemplado la posibilidad de tener que abandonar la vivienda y continuar en Madrid, pero los alquileres elevados van a hacer imposible esto.
Estos sujetos llenos de odio nos tratan en la demanda como a delincuentes. Llevando casi cien años en la casa, nos dicen que somos “ignorados ocupantes”, que “no tenemos título”, y que dejemos la casa.
Esta organización tienen viviendas por toda España y un capital social de cerca de tres millones de euros. En ningún momento se dirigieron a nosotros para preguntar por nuestra situación, o en qué circunstancias quedaríamos en caso de abandonar la vivienda. Lejos de ello, contrataron a abogados que tardaron muy poco en someterse a los deseos de codicia de ésta gente sin escrúpulos.
En la misma época en que estos desalmados presentaban su despiadada demanda, mediados de julio de 2022, mi padre luchaba contra la muerte en el hospital Doce de Octubre de Madrid. Había ingresado unos días atrás, a comienzos del mes, para cambiarle la sonda gástrica que le alimenta. Durante la intervención, se produjo lo que los doctores llaman una perforación de colon, algo gravísimo para una persona de su edad. Los doctores me dijeron que le quedaban días de vida. En ese momento entró en shock y el dolor me invade, envolviéndome y acompañando a mi padre todo el rato en su habitación del hospital.
Pasaron las semanas y, para sorpresa de los médicos, mi padre logró superar su gravísima dolencia. En agosto es dado de alta y regresa a su residencia de mayores, donde continúa hasta el momento.
Mi padre nunca fue un hombre bueno. Ha hecho mucho daño a todos los que ha conocido. A mi madre, a mi hermano, a mí. A todo el que encontró. Mi hermano se quitó la vida hace 19 años tirándose por el balcón de la casa de la que ahora nos quieren echar. Sin embargo, al verle en este estado, no me ha quedado otro camino que alejar los rencores y entregarle mi afecto y compañía diaria. Todos los días le visito. No puede hablar, pero, muy de vez en cuando, es capaz de decirme “Hola”.
Mi padre ha sido ingeniero, parapsicólogo, profesor de inglés –llegó a dar clases particulares al ministro Federico Trillo y a la Infanta Elena–, y ahora es un hombre enfermo y mayor rodeado de extraños.
He solicitado la ayuda del Rey, del Gobierno, de la Alcaldía y de los Servicios Sociales. Nadie nos ha ayudado. Nadie ha hecho nada por nosotros.
Las leyes españolas tienden a considerar que la esposa del inquilino, si no aparece en el contrato, no tiene derechos sobre la casa. Esto no sucede siempre, pues de vez en cuando algún juez con criterio distinto considera la existencia de la unidad familiar e impide la fechoría que se está cometiendo; pero nuestra vida es un camino de dolor y consideramos que los ricos serán más ricos, y los que nada tienen, quedarán peor.
Como consecuencia de este acto terrible de maldad, tendremos que abandonar Madrid. Eso significa también cambiar a mi padre de residencia, confiar en que en el nuevo sitio le puedan atender correctamente, que no suceda nada problemático. Todo esto para que una gente con dinero tenga más del mismo, para que celebren nuestra desgracia con la alegría del perverso, del que no tiene reparos en aplastar a ancianos sin recursos para tener unas monedas más.
El juicio está fijado para marzo. Vamos a plantar mucha guerra. Si se pierde, recurriremos todas las veces necesarias y luego acudiremos a Europa. Ya hemos hablado con el Tribunal de Derechos Europeos. Fuera de nuestras fronteras, se escandalizan de que la mujer del inquilino no sea tratada con justicia, pero España es otra cosa.
Mi madre no es una basura sin derechos. Es una persona de buen corazón que no ha hecho más que sufrir en la vida, y a la que estos desgraciados han hundido en el dolor y la angustia de no conocer si tendrá un techo donde dormir. Pero españa permite estas cosas. Ahí están las imágenes de la vergüenza, de ancianos sacados a la fuerza de sus casas.
Les escribo para dar voz a los que no tenemos dinero en esta vida, pero no por ello somos menos personas. Les escribo para solicitar su ayuda en lo que puedan ofrecernos. Les escribo para que la gente conozca la maldad que existe en algunas personas, y cómo el dinero puede llevar a alguien a maltratar a sus semejantes de esta forma tan inhumana.
Que Dios nos ayude y castigue a esta gente sin escrúpulos, y la vida les sitúe en el lugar que les corresponde.
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