Lunes 12 de octubre de 2020
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Cuando llega el tiempo de crisis, sea social, de salud, económica o las tres, siempre se oye la misma cantinela que termina en los mismo sufridores: los viejos y las viejas. Es lo más recurrente echarles, hasta con desprecio, la culpa de todo. Estos viejos que han tenido la osadía de cumplir años como verdaderos portentos, vaya gente atrevida que ha vivido como verdaderos derrochadores.
Estas personas tan mayores, que han pasado por todo –una postguerra, un cambio de régimen, una integración en nuevas sociedades, los cambios en el sistema de producción, los cambios en el sistema industrial, el cambio de moneda– y que porque el destino así lo quiso llevó sobre sus hombros el peso del país son ahora la diana y la pesada carga. ¡Qué pena vivir tantos años para esto!
Estos viejos, jóvenes de los 50 y 60, han soportado todo esto y muchos más hechos ocurridos en sus dilatadas vidas, pero algo habrán hecho bien. Después de la postguerra situaron a España entre los países más prósperos, y hay ejemplos que así lo demuestran. Nuestros trabajadores fueron apreciados y demandados en la reconstrucción de Europa, nuestro personal sanitario es fundamental en muchos países donde tienen trabajo gracias a su gran formación. En los centros más importantes de investigación a nivel mundial hay un investigador o investigadora de nuestro país
Estos viejos han trabajado y, en bastante ocasiones, sin derechos o con estos muy limitados, han cumplido el servicio militar, algo que generalmente cortaba en seco la vida profesional en la mejor etapa de sus vidas, y con sus cotizaciones se han abierto decenas de universidades, hospitales, se han pagado carreras y estudios de todos los que hoy manejan el cotarro social, político y económico, de los mismos que hablan del envejecimiento activo sin tan siquiera saber definirlo, porque envejecimiento activo, no es tener como actividad solo envejecer, sino tener plena participación en el devenir de la vida del país, algo en lo que se les deja de lado en cuanto se jubilan.
Estos pobres viejos no son pedigüeños, ni son el problema, son más bien la solución, ya que constituyen una de las empresas más importantes del país. Mensualmente ingresan en el sistema financiero español la nada despreciable suma de nueve mil novecientos millones de euros (9.900 millones de euros) y un colectivo muy importante. Por ejemplo, si se presentara a las elecciones generales podrían gobernar con mayoría absoluta. Eso es así , los viejos y las viejas podemos estar orgullosos de todo lo que hemos conseguido para este país, hecha nuestra parte, pero queremos seguir trabajando y colaborando en nuestra sociedad, y es necesario que, a quien le corresponda, sepa que no sólo no somos el problema, más bien somos una parte fundamental de la solución.
Manuel Galey Domínguez (Bailén, Jaén)
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