Cartas a la directora

Jubilación, mortalidad y menosprecio al jubilado: una historia real

Kike Román (Comité de ASJUBI40)

Foto: Europa Press

Sábado 9 de julio de 2022

ACTUALIZADO : Sábado 9 de julio de 2022 a las 11:32 H

6 minutos

Carta al director: "Jubilación, mortalidad y menosprecio al jubilado: una historia real"
Kike Román (Comité de ASJUBI40)

Foto: Europa Press

Sábado 9 de julio de 2022

6 minutos

Cartas al director (cintillo)

Hará un par de años decidí darme un buen paseo por mis recuerdos, por mi antiguo barrio, un barrio humilde de la ciudad de Madrid, un barrio obrero. Nació a principios de los años 60 y ahí recalé con mis padres cuando tenía cuatro años, casi cinco. Veníamos de Tánger, los tiempos del Protectorado español se acabaron, y muchos españoles tuvieron que recalar en la península, y entre ellos mis padres (esto sería otra historia para contar).

Ese barrio, en aquella época, era un archipiélago de casas en construcción rodeadas de mucho campo, un campo que era un parque temático para los muchos niños que allí íbamos habitando. Lugar de juegos y fantasías, todas las atracciones eran productos de nuestra creatividad. Barrio neonato e inexperto que al principio no era barrio ni ná, más adelante cumpliría su mayoría de edad.

Según iba andando, miraba a los lados intentando recordar con imágenes superpuestas aquellas vivencias de niño; aquel lugar donde me caí por correr deprisa, para hacerme el “chulito” delante de las niñas; aquel lugar donde mis amigos y yo jugábamos a una “meta”, a las “bolas”; aquel lugar donde las niñas jugaban al “truque”; aquel lugar donde niños y niñas jugábamos conjuntamente al “balón prisionero”; ese escalón donde nos cambiábamos cromos, o las niñas que estaban con su acerico jugando a los “bonis”. En esos instantes mágicos, los niños y niñas no sabíamos, ni por asomo, que la gran mayoría de nosotros íbamos a empezar a trabajar con 14 años, nuestra niñez llegaría pronto a su termino.

En ese barrio también viví mi adolescencia y algo de mi juventud. Como es natural, tendría que recordar los bares de la zona, en los que mis amigos y yo entrábamos. ¡Qué curioso! En la imagen mental que te hacías de ellos eran más grandes, pero cuando ese día volví a entrar, habían encogido.

El momento más significativo llegaría en un instante.

Como ya estaba en el capítulo de mi paso de la adolescencia a la incipiente juventud, decidí entrar en un bar de aquellos de toda la vida para ver si reconocía a alguien. Abrí la puerta, y lo que he comentado antes, el bar había encogido… Me sorprendió.

Me acerqué a la barra y pedí una caña, como tantas veces la había pedido en aquel pequeño santuario. En ese instante entró un hombre mayor… bueno, un poco mayor que yo. Tenía una ligera cojera, las manos recias, la cara golpeada por el sol supuestamente durante años. Llegó a la barra y pidió una caña… sin alcohol. Se puso a mi lado y cogió un diario deportivo del bar, y empezó a ver los resultados de su Atlético de Madrid. Equipo que me cae simpático y entrañable, no en vano mi padre, en su juventud, jugó dos partidos con el Atlético Aviación, cuando este hizo una gira veraniega por el Protectorado español, buscaban nuevos jugadores… y salió elegido, pero tuvo que rechazarlo porque tenía que ayudar en su casa. Antes las cosas del fútbol eran de otra forma, ahora se van a jugar la Supercopa de España a Arabia Saudí, blanco y en botella, aunque quieran vestirlo de otra forma. Somos mayores, pero no idiotas.

Siempre me ha gustado charlar con la gente, de hecho, mi profesión durante casi 44 años fue siempre de cara al público, y en los últimos años como Director de Comunicación Autonómico en una Mutua Colaboradora con la Seguridad Social; siempre en la misma empresa, mi salida no fue muy limpia, más bien mezquina. Pero es otra historia para contar.

Desprecio a toda una vida de trabajo

Volviendo a mi compañero de barra, el periódico y el Atleti fueron el nexo para entablar una bonita conversación. El Atleti era y es el equipo de la zona, me dijo. Ya lo creo, en mi niñez y adolescencia ya lo percibía, le dije yo.

- ¿Tu eres del barrio?, me preguntó.

- Sí, estuve desde 1962 hasta 1986, le respondí.

- No te recuerdo, me dijo.

- Yo tampoco a ti.

- Claro, vivo por otra zona del barrio, y en mi tiempo laboral siempre estaba fuera: Bilbao, Valencia, Sevilla, y no sé cuántas provincias más.

Como ya estaba jubilado de forma anticipada y pertenecía a ASJUBI40 (@Asjubi40), le pregunté:

- ¿Cuántos años has cotizado?

- Trabajado 50, cotizados 47 (vaya, lo de siempre, pensé).

- Empecé de niño en la construcción y acabé en la misma, toda la vida en el mismo oficio.

Aquí viene el momento más emotivo.

- Pues si has trabajado durante 50 años en un mismo oficio, y además en la construcción, tú eres un experto, un maestro de maestros; alguien que debería enseñar todo lo que sabes.

La conversación se interrumpió de golpe, me extrañó. De repente, a este trabajador de toda la vida, los ojos se le volvieron lacrimógenos, y como no podía ser de otra forma, una sigilosa lágrima rodó por su cara. Y le pregunté:

- ¿Te ha incomodado algo que te he dicho?

- No, al contrario, es la primera vez que en todos estos años alguien ha valorado mi trabajo. Y he empezado a recordar aquellos momentos de mi vida en el duro trabajo de la construcción, y que nadie se dignó a decirme que lo hacía bien. Y hoy tú me lo has dicho.

- Pues me alegro que mis palabras, que son desde el corazón y la sinceridad, hayan servido para que tengas una emoción muy positiva. 

- ¿Te jubilaste por tu edad “reglamentaria”?

- Sí, a los 65 años. Con alguna secuela que otra y muy cansado. Los últimos años fueron terribles para mí, incluso tuve algún accidente que otro, pero se determinó que fueran leves, a pesar de la pequeña cojera que tengo. Ya no estás solo cansado físicamente, sino también psicológicamente.

Finalizamos nuestra charla y estrechamos nuestras manos, y salí por la puerta, sin antes decirle: “Hasta la próxima, Maestro”. Lo ultimo que vi fue su sonrisa.

De esta historia real se pueden sacar muchas conclusiones, y si la he contado ha sido por efecto simpático a la carta al Director escrita por nuestro compañero Luis Ortiga, relacionando dicha carta con El impacto de la normativa de jubilación sobre la mortalidad.

La carta de Luis guarda en su interior líneas reivindicativas sobre el retraso de la jubilación y el efecto de esta en nuestra salud.

Además, el relato anterior contiene el mensaje de que hay profesiones penosas que no se contemplan como tales, y por lo tanto mi amigo del relato, y muchos como él, han sufrido una vida cargada de mucho padecer, y el trato injusto de una política insensible.

a discriminación sigue en vigor saltándose la Constitución, algo de los que en ASJUBI40 sabemos mucho.

Kike Román, miembro del Comité de Asjubi40


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Kike Román (Comité de ASJUBI40)