Viernes 4 de diciembre de 2020
3 minutos
Al entrar en Facebook me pregunta qué estoy pensando. Quizás debería interrogarme mejor por mis sentimientos. Y estos son de tristeza, de infinita tristeza, no por quien me gobierna, sino más bien por quienes apoyan al que me gobierna. Siempre pensé que quien gana unas elecciones generales debe formar gobierno. Ahora bien, considero que no se puede formar gobierno con quienes han demostrado que el Estado actual no les interesa, que prestan sus votos para lograr intereses muy particulares, incluidos, entre ellos, la independencia de su comunidad autónoma. Independencia que han buscado fuera de la legalidad y que no les importa afirmar que lo volverán a intentar. Otros apoyos son de los sucesores de los que han hecho sufrir a este país con actos terrorista causantes de muertes y profundo dolor sin mostrar el más mínimo arrepentimiento. Aumentando ese dolor mediante recibimientos a terroristas, una vez cumplida su condena, como si fueran modelos a seguir por personas maduras y sus pequeños. Su familia está en su derecho de manifestar su alegría por la recobrada libertad, tal vez lo podrían expresar de otras formas menos hirientes para los que continúan visitando los cementerios de donde no regresarán sus seres queridos.
¿Hay solución para que el vencedor de unas elecciones no busque esos apoyos tóxicos? Sí, y está en la generosidad, en el auténtico sentido de Estado del que se queda en la oposición, del que logró un segundo lugar. Déjale gobernar al ganador, da tu abstención a los Presupuestos después de una negociación que acerque las distintas posturas poco alejadas en la realidad. Y desde una oposición seria y responsable argumenta para lograr vencer en próximos comicios. Dejadme creer que tanto el PSOE como el PP solo desean los mejor para nuestro país, porque si no fuera así mi tristeza primera sería más que infinita.
¿Es ya una ingenuidad pensar que las persona que se decide por entrar en política es para servir al ciudadano y no para lograr el poder y permanecer en él aunque se desmoronen los pilares del Estado? ¿Tan lejos ha llegado el clientelismo político por conservar nómina y privilegios? ¿Qué valores tiene esta clase política? ¿Mi ética se basa únicamente en postrarme ante mi líder y conservar prebendas? ¿Por esta democracia lucharon nuestros antepasados que, a veces, fueron apaleados y pasaron años en las cárceles franquistas? ¿Estamos, quizás, dentro de una pesadilla y despertaremos de este sueño más solidarios, más humanos, más dispuestos a apoyar a los parias de la sociedad? ¿El fin último del socialismo no es buscar el bienestar para toda la sociedad?
Jesús Rivera García (Talavera de la Reina, Toledo)
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