Jubilación anticipada: estafada y desplazada al olvido

Accedí a la jubilación anticipada con 61 años. Venía del subsidio para mayores de 55 años. Me aplicaron un coeficiente reductor de un 24%. Estuve trabajando durante 44 años. Hasta aquí un caso más de los muchísimos que leo con excesiva frecuencia. Y vengo del silencio más terrible, como es cuidar de mi madre con demencia durante diez años. Hasta hace dos años que se fue, me sumí en el más absoluto aislamiento, eso sí, con todo mi amor y con la certeza de haber estado de la mejor manera posible a su lado.

Me incorporé a la vida laboral con 16 años en una empresa que primero fue del INI y luego Aznar culminó su privatización en 1996. Soñaba con vivir un poco, con viajar y poder dormir hasta más allá de las 5 de la mañana cada día. Estudié mucho siempre, y aún lo hago, por hábito y porque me gusta, pero gano poco como resultado del esfuerzo realizado, lo que condiciona para hacer algunas cosas. No comprendo por qué aún se me descuenta IRPF si ya lo hicieron a lo largo de toda mi vida laboral.

Contribuir a tantas mejoras sociales en esta sociedad me enorgullece. Pero me siento desplazada al olvido por los distintos gobiernos que elegimos y que nos mercadean. Lo último es insistir en que se destina mucho dinero al sostenimiento de lo pensionistas, quebrando de esta manera nuestra relación con los más jóvenes, a los que les hacen creer que nos mantienen o que les cargan a ellos con nosotros. Ahí se produce una fractura social de imprevisibles consecuencias.

Ante todo creo que la banca debería devolver por justicia los miles de millones que le fueron prestados vaciando, entre otros, la hucha de nuestras pensiones. Deberían transmitir desde las Administraciones el respeto que se debe a varias generaciones que, en condiciones muy difíciles para este país, seguimos adelante para alcanzar logros que ni imaginábamos. Deben de informar de cuáles han sido los esfuerzos personales de tantísimas personas anónimas, cada cual desde el puesto de trabajo que defendiera o que le tocó, porque tampoco había mucho para elegir.

Me siento estafada, con las alas rotas, cansada y sin poder elevar el vuelo hacia donde el corazón me lleve. Les deseo salud, templanza y decisión para enfrentar los tiempos venideros, en los que tenemos la obligación de mantenernos unidos y alcanzar lo que nos hemos propuesto: abolir los coeficientes de penalización con carácter retroactivo y continuar avanzando en el reconocimiento de unos derechos que nos asisten como ciudadanos de honor de este país. Gracias.

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