Lo llaman civilización, pero es un expolio

Llevo meses caminando por el desierto bajo un sol que anula los pensamientos, con los labios resecos de la arena como si fueran dos apéndices y la piel acartonada, pero tengo esperanza… La que me motivó a salir de entre los míos cansado del hambre y las penurias que no tienen futuro, solo pobreza y muerte.

Ya me han atracado dos veces para llevarse lo único que heredé de mi gente, un poco de dinero recaudado entre muchas manos para poder dar el salto al continente…  esa tierra donde dicen que se come todos los días, duermes en cama blanda y puedes comprar lo que te apetezca, el sueño de todo emigrante…

Ahora necesito que me acompañe la suerte para poder dar el salto, salvar las temibles vallas que te arrancan la piel y te hacen sangrar sin notar el dolor, porque estás dispuesto a dejarte la vida para alcanzar territorio seguro. Me dicen los que me acompañan que la semana pasada consiguieron saltar algunos, pues a intentarlo yo también.

Ha sido terrible, gritos de dolor y desesperación, muertes, pues algunos quedaron rotos al pie de la valla. No dolían los golpes, sino los lamentos de los que no pudieron conseguir pasar al otro lado. Dirán en los noticieros que intentamos invadir un país que no es el nuestro, como si el planeta solo tuviera un dueño y los demás estamos de okupas.

Los que diseñaron las fronteras solamente lo hicieron para apropiarse las riquezas de cada territorio y cobrar un impuesto por pasarlas de un país a otro. Nunca pensaron en el bienestar de los que se quedaban encerrados entre ellas, tampoco si dividían culturas, tradiciones o familias. Un mundo hecho a base de oro y plata sacado de la tierra con sudor y sangre de los nativos. Lo llaman civilización, pero en realidad es un expolio. Ocurre todos los días con la misma naturalidad que sale el sol por el este…

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