No hay quien nos defienda mejor que nosotros mismos

 

A lo largo de mi vida, he dedicado mucho tiempo a participar en actividades sociales, a organizar y a involucrar en ellas a muchas personas de mi entorno, familiares, amigos…

De todas ellas queda huella, al menos en mí. Unas han desaparecido. Otras siguen su camino. De todas he tenido la precaución de irme cuando creí que se necesitaba un recambio o que era preciso un nuevo rumbo.

Llegada la jubilación estoy en la misma línea. Actualmente estoy participando en varias actividades, pero de una de ellas soy la cabeza visible.

A medida que va pasando el tiempo, me he dado cuenta de que la sociedad se ha vuelto muy individualista y que en los colectivos lo que se pide es que alguien trabaje y se faciliten las cosas hechas. Colaboración personal, compromiso, salvo raras excepciones, no hay.

Y las personas mayores, de mi generación, acostumbradas durante toda su vida a luchar para salir adelante, de repente han cambiado y ya no defienden sus derechos adquiridos. Observo que sólo se quiere participar en comidas, viajes cómodos, etc., siempre que lo organicen otros.

Estamos muy divididos en pequeños grupos locales, que son los que mejor funcionan por la cercanía física. Y queremos socializar y participamos en lo que nos den organizado.

Pero no nos damos cuenta de que la sociedad nos va apartando de su camino, somos una carga, a pesar de que se digan otras cosas.

No es noticia el número de “chiringuitos” inservibles que nacen como setas y que se llevan miles de millones del dinero público, la noticia es el aumento del gasto de las pensiones. Pero, oiga, que mi pensión de jubilación es el resultado de un acuerdo entre el Estado y yo y refrendado por las leyes.

Y esas pensiones, su permanencia, necesitan ser defendidas por todos, porque quienes no están jubilados lo estarán. Y no hay quien nos defienda mejor que nosotros mismos. Por edad y por experiencia sabemos lo que queremos y hacia dónde caminamos. Aunque a veces no…

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