De lo que nunca se habla en el debate sobre las pensiones
Viernes 31 de enero de 2025
5 minutos
Viernes 31 de enero de 2025
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A la atención de Ana Bedía:
Le saludo al teclado del ordenador a las 23:45 horas del miércoles 29 de enero. Me presento: me llamo Francisco Javier Benito Hueso. Soy periodista, de Zaragoza, de 64 años y jubilado anticipadamente después de quedarme en el paro con 58. Acabo de ver en La 2 el programa de 59 segundos, donde ha tenido una brillante aunque breve participación el presidente de su diario, Fernando Onega.
Me complace ver en su web que el equipo de redacción de 65YMÁS está compuesto por un plantel de jóvenes periodistas y estoy seguro de que ninguno de ustedes comparte las opiniones nada representativas de supuestos jóvenes que tachan de insolidarios a los pensionistas, aunque –como bien han puntualizado Pablo Iglesias y Unai Sordo– sólo fueran varios youtubers de ultraderecha. De igual forma que no compartirán la decepcionante exposición de Santiago Niño Becerra sobre la, a su juicio, insostenibilidad de las pensiones.
Sólo le escribo para recordar y poner de relieve un dato que, lamentablemente, suele obviarse cuando se plantea el debate, por otra parte nada nuevo, sobre las pensiones: los más de 50.000 millones de euros de todos los contribuyentes que engrosaban un fondo de reserva de la Seguridad Social, la famosa 'hucha' que se vació con el rescate a la banca tras la crisis financiera mundial que siguió al colapso de Lehman Brothers en 2008...
Un asunto, el del rescate bancario, que prácticamente ni se mencionó cuando se produjo la fusión de Bankia con CaixaBank en 2021. Ni ahora cuando se ha planteado –por fin– la creación de una empresa pública para impulsar viviendas asequibles en parte con el parque propiedad de la Sareb.
Aquel rescate, además –y de esto tampoco se habla–, llevó aparejado un ajuste salarial general con una pérdida media del poder adquisitivo del 10% en España, que ya nunca se ha recuperado, y, lo que es peor, ni siquiera reivindicado, acaso porque todos nos hemos arrugado un poco, o un poco más, al interiorizar el miedo a raíz de la pandemia de la Covid en 2020.
Cada edad tiene sus atributos y con el paso de los años se va incrementando uno muy valioso: la experiencia, que, entre otras cosas, enseña que todos, absolutamente todos, somos necesarios y hasta imprescindibles para que la sociedad funcione saludablemente, más allá de los naturales relevos generacionales en cualquier ámbito. Yo también tengo hijos y, desgraciadamente, he tenido que comprobar impotente cómo empeoraba para ellos la economía y la coyuntura general, mientras algunos como yo –que disfrutamos en su día de una juventud próspera– o bien nos hemos salvado por la campana unos o bien otros están ya cerca de terminar su vida laboral aunque también hayan quedado víctimas de sucesivas crisis al final de su carrera.
El caso es que los 'baby-boomers' como yo o algunos más mayores como el maestro Fernando Onega ya asistimos hace años, en tiempos de Felipe González, al debate existencial del huevo o la gallina sobre la propia naturaleza de las pensiones, en el sentido de si era una especie de seguro público de jubilación para nuestro propio futuro o simplemente, como ocurre a efectos prácticos, una contribución solidaria con las personas mayores.
Aunque el quid de la cuestión no se resolviera entonces, sí que hubo un acuerdo político general, incluso un pacto de Estado (el de Toledo), partiendo de la base de que nuestros mayores (es decir, nuestros padres o vuestros abuelos) se habían ganado de sobras el derecho a una pensión digna, incluso aunque no hubiesen cotizado lo suficiente, pues ellos fueron los que levantaron el país en posguerra y las duras décadas siguientes.
Efectivamente, mis padres eran niños en plena Guerra Civil, pero, después de pasarlas canutas, toda su trayectoria vital fue a mejor a base de mucho trabajo, esfuerzo y ahorro... Mientras que la situación para mis hijos y su generación ha ido a peor. Lo cual no impide que las pensiones sean sostenibles sin 'tocomochos' como los planes de pensiones o los ya eliminados hace años planes de jubilación. Y serán sostenibles en parte gracias a los inmigrantes, pero ese es ya otro debate.
Espero que la lectura de esta carta haya sido de su agrado y acaso que le pueda inspirar alguna línea de trabajo (insisto en lo del rescate bancario a costa de todos y el consiguiente recorte salarial general).
Un saludo a toda la redacción y mucho ánimo.
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