El país que ayudamos a construir ahora nos castiga y penaliza

Empecé a trabajar en 1977 con 16 años y me jubilé anticipadamente en enero de 2022, a la edad de 61 años y 8 meses, después de más de 45 años cotizados. Esta jubilación anticipada se debió a un despido en febrero de 2021 por causas económicas relacionadas con la pandemia de COVID-19 y tras pasar dos años en paro sin encontrar ofertas de trabajo.

De los más de 45 años trabajados y cotizados, más de 38 los dediqué al sector del transporte de viajeros por carretera, con jornadas de trabajo interminables y condiciones muy duras: turnos de hasta 12 horas diarias, escasos descansos al mes, y semanas sin un solo día libre. Fueron años difíciles, pero éramos jóvenes y queríamos ayudar a mejorar el país.

Sin embargo, el mismo país que ayudamos a construir ahora nos castiga y nos penaliza, quitándonos de por vida nuestros derechos con una reducción brutal y desproporcionada de nuestra merecida jubilación, aplicando unos coeficientes reductores injustos y arbitrarios. Esto representa una gran injusticia que debe ser reparada y corregida de forma inmediata.

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