Miércoles 7 de junio de 2023
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Frente al espíritu crítico y la cultura del esfuerzo que caracterizó al siglo XX, la sociedad de las primeras décadas del siglo XXI estaría formada por individuos consumo-dependientes de bienes materiales que conforman una masa homogénea, acrítica y fácil de manipular por las clases dirigentes.
Para producir dichos bienes de consumo, los dirigentes mundiales habrían optado por la utilización desbocada de materias primas y energías fósiles que alimenten la maquinaria productiva, obviando la deforestación, la desbocada contaminación y los residuos generados.
En consecuencia, estaríamos ya inmersos en una peligrosa vorágine de incremento del CO2 que provocará efectos catastróficos en la próxima década.
Igualmente, la sociedad de individuos unidimensionales que estamos forjando estaría relegando la afectividad y la transmisión intergeneracional, sustituyéndola por las redes sociales. Así, dichas plataformas de apariencia aséptica habrían surgido para finiquitar los vínculos afectivos al crear realidades virtuales, una especie de realismo mágico que nos permite realizar nuestros deseos oníricos y nos protege y aísla del deprimente mundo real.
Dicha sociedad estaría cohesionada mediante la utilización del inglés como lengua universal y de Internet para asegurar una comunicación instantánea entre los habitantes del mundo, quedando la población de más edad condenada al ostracismo al ser analfabetos funcionales.
Asimismo, mediante la manipulación cibernética los diferentes Gobiernos monitorizan en tiempo real las comunicaciones de sus ciudadanos a través de sus metadatos y mediante la difusión indiscriminada de fake news consiguen que vivamos inmersos en la desorientación y sumidos en la duda existencial.
Ello, aunado con la implementación de millones de cámaras de reconocimiento facial, habría provocado de facto el advenimiento del Gran Hermano mundial ( el ojo que todo lo ve), con el objetivo confeso de impedir el despertar del espíritu crítico de las masas en un futuro mediato.
Sin embargo, una inesperada conjunción de fuerzas centrípetas y centrífugas estarían configurando el puzzle inconexo del caos ordenado que se está gestando y que podría desembocar en la aparición de una masa crítica suficiente para inducir un cambio cualitativo en la sociedad actual.
Así, la previsible entrada en recesión de las principales economías tractoras mundiales y el hundimiento de la torre de la globalización universal, provocarán en la actual sociedad consumista un shock traumático que le obligará a realizar una profunda catarsis y metanoia y le hará revisar los fundamentos que hasta ahora lo sustentaban.
En consecuencia, el imaginario colectivo deberá adoptar una nueva forma de pensar y una actitud proactiva ante la irrupción del nuevo escenario teleonómico que se avecina y que estará marcado por una elevada volatilidad y por la concatenación de crisis. Finalmente, tras la aparición de un nuevo individuo que surgirá de las cenizas de la globalización, la nueva sociedad se encaminará a la búsqueda de una nueva utopía reafirmada en una sólida conciencia crítica y sustentada en valores como el decrecimiento, la solidaridad, la economía circular, el desarrollo sostenible y el respeto por el medio ambiente.
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