Jueves 29 de diciembre de 2022
3 minutos
Una vez más volvemos a estar inmersos en unas fechas navideñas que son como los leños que crean lumbre para convertirse poco después en brasas, y luego en cenizas.
Me cuesta recordar aquellos tiempos en los que los niños eran los únicos protagonistas y los adultos todavía no se habían subido al carruaje del gasto y el consumo. Siento nostalgia de aquellas vacaciones navideñas de mi infancia, el reencuentro con aquellos amigos de mi pueblo a los que solamente veía cuando los colegios en los que estudiábamos cerraban sus puertas por aquel entrañable periodo vacacional.
Fechas en las que la unión familiar, la paz y la solidaridad eran el motivo de la celebración se han ido transformando en un afán de materialismo encubierto, azotado por un agonizante escenario económico. Desde que nuestra sociedad contrajo enfermedades como la avaricia, afán de poder, codicia e hipocresía, la Navidad se ha convertido en una fiesta en honor de los siervos del consumismo.
Estas plagas no se mitigan con fingidas sonrisas aliñadas con una copa de champán en la mano, ni con los discursos mediocres de nuestros líderes políticos. Deberíamos sentir vergüenza al elegir gobernantes que son incapaces de impedir o detener verdaderas atrocidades y genocidios de los que, de una forma u otra, todos somos responsables. También por Navidad, además de los innumerables anuncios publicitarios que nos incitan al embrujo consumista, nos llegan imágenes en tiempo real de miles de familias huyendo con sus hijos del holocausto.
Mientras seguimos hechizados por la avalancha de compras que todavía nos quedan por hacer, una persona se muere de hambre cada cuatro segundos, según las organizaciones humanitarias mundiales. Estas y muchas más barbaries están sucediendo en el mundo en que vivimos, a cada paso más inhumano y sanguinario, y en el que no sabemos quiénes son los hombres buenos y quiénes los malos.
No pretendo chafar la fiesta a nadie, pero nada mejorará mirando para otro lado, porque la hipocresía es una plaga devastadora y principal amenaza contra la paz. Lamento el dramatismo que puedan transmitir mis palabras, pero soy de los que aún mantengo la esperanza de que tiempos nuevos nos permitan reflexionar y poder cambiar las cosas, porque la gente tiene el poder y debe luchar por un mundo en el que la paz de la humanidad deje de ser algo intrascendente.
Si eres lector o lectora de 65YMÁS y quieres denunciar cualquier situación de la que hayas sido testigo, dar tu opinión sobre cualquier tema de actualidad o sobre cualquier circunstancia que te afecte, puedes enviarnos una carta a nuestro diario. Es muy sencillo. Sólo tienes que entrar en CARTAS AL DIRECTOR o rellenar este formulario: