La pandemia y los confinamientos nos están pasando factura de una u otra forma. Casi todos padecemos una especie de tristeza anímica, un ligero decaimiento del espíritu. Por eso recuerdo muy bien lo que decía mi amigo, el psicólogo Miguel Silveira. Cuando nos hace daño un zapato nos ponemos una tirita; pero solemos ignorar que también hay tiritas para el ánimo. Lo que ocurre es que no son de esparadrapo, sino de aceptación, de sonrisa, de reconocimiento, de autoestima o de decir “gracias” o “perdón”. Es lo que afirma Silveira, en su libro Estrategias para vivir mejor (Alba editorial). Eso de que todo es según el color del cristal con que se mira, es solo una parte de la verdad. La otra es dar a las cosas la realidad que tienen y verlas en su dimensión exacta. Ahí radica la mayor parte de los problemas. La proximidad de los acontecimientos nos hacen verlos con un tamaño que no es real. Haga una prueba. Recuerde un disgusto que tuvo hace tiempo. No por algo irreparable, que esa es otra cuestión. Un disgusto por algún hecho concreto. Pues bien: ¿verdad que ahora con una perspectiva lejana, le parece hasta ridículo haber sufrido tanto por aquello? ¿Qué es lo que ha cambiado? Sólo su forma de verlo.
A ser feliz se aprende
Viven bien los que están contentos con lo que tienen; los que tienen proyectos que les ilusionan y estimulan; los que persisten a pesar de los reveses; los que usan el sentido del humor y no se dejan dominar por el pesimismo; los que cosechan afecto y apoyo social porque lo sembraron. Bueno, pues esas son algunas de esas estrategias.
La felicidad se aprende y se conquista.Si aprender es conocer y experimentar y si la felicidad es un estado que se complace en la posesión de un bien, se puede lograr ese estado reconociendo todos los días las cosas positivas que uno tiene y que son muchas.
De los reveses se extraen lecciones positivas. Saber descubrirlas trascendiendo la parte negativa hace más feliz que quedarse atrapado y angustiado en la adversidad.Lo mismo que convertirla en desafío o en reto.
Solemos tener la autoestima por los suelos. No nos damos cuenta de que todos somos competentes para algo. Así que hay que descubrir esas potencialidades personales y desarrollarlas.Hay que comportarse como si fuéramos importantes y valiosos. Que lo somos. Ser diferente no significa ser inferior. Tampoco superior.
Aparentar, sin ser, es vender humo. Es un montaje artificioso que desazona a quien lo practica e impide el establecimiento de relaciones sinceras y de confianza.Quien aparenta mucho, miente mucho.
El miedo es el mayor freno emocional que tenemos.Y DEBE superarse. Somos lo que pensamos. Y si se piensa que va a ser rechazado, lo será; como si piensa que es un perdedor, lo sera. Hay que pensar en positivo, esa es la clave. Está demostrado que el 96 por 100 de nuestros temores no se cumple nunca.
El fracaso hay que reconocerlo y aceptarlo; y luego, intentar de nuevo el éxito. No se puede confundir actuación fracasada con persona fracasada.
Tener una amistad intima. Compartir siempre es lo mejor para la felicidad. Si se tiene pareja no hay mejor ni más apaciguadora amistad que la de esa pareja.
El síndrome de “estar quemado”
Sería el polo opuesto de la felicidad.
Podría definirse como un desfondamiento psicológico. Hay pocas motivaciones profesionales, pero que exigen dedicación casi completa. El resultado es un ejercicio profesional sin motivación. Hay una frustración permanente (“yo no me preparé para esto, esto no es lo que yo quería, mi vida se está pasando en esto que no me importa”). Poco a poco se va llenando el saco de la amargura, hasta que llega ese desfondamiento que hace decir “Ya no puedo más“. Es el reflejo de la insatisfacción laboral. Los síntomas podrían resumirse en fatiga,dolores de cabeza, disfunciones respiratorias, sudores, sensación de mala salud, pérdida de apetito, náuseas, problemas gastrointestinales, aumento de colesterol en sangre y propensión coronaria.