Es muy divulgada la descripción de la Edad Media como un tiempo de oscuridad. Entre el fabuloso legado de Egipto, Grecia y Roma y la época renacentista de encumbrados genios, la edad medieval fue un periodo de aproximadamente diez siglos gobernados por el temor al pecado y al infierno.
Tanto en los libros iluminados como en los vitrales de las catedrales góticas, lo que se observa es la estética de la luz que tanta importancia tenía también en tradiciones muy antiguas. El pasaje de la Edad Media es de la dificultad y estrechez a la luminosidad y apertura. Pasaje logrado gracias a la capacidad humana de creación, de traslación de un lugar a otro inherente al proceso de simbolización, de crear a partir de la imaginación. En la Edad Media, además de las dificultades que el hombre enfrentaba en su mundo sensible, de lo expuesto que estaba a las inclemencias de la naturaleza, afrontaba también permanentemente el tema de la muerte y la amenaza del infierno. Las ciudades eran con calles angostísimas, ofrecían peligros constantes, de polución, de promiscuidad, eran depósito de locos, delincuentes, mendigos y niños callejeros. Eran consideradas un medio "excremencial" por varios estudiosos.
A través de su arte, el hombre medieval se separó de lo doloroso de su realidad cotidiana. Los vibrantes vitrales llenos de color y las miniaturas de los libros iluminados, dan cuenta de su alejamiento del mundo sensible como realmente era. No buscaron representar allí lo real sino lo que imaginaban. Las altas catedrales se convertían en refugio pleno de luminosidad. Vivían en "un mundo poblado de significados" (Umberto Eco), pleno de símbolos. Las cosas remitían a otras cosas, el blanco a la pureza, el azul al cielo y era el color de la espiritualidad y del manto de la virgen, el negro, al dolor y la penitencia.
La Edad Media es un tiempo de pasaje entre dos épocas gloriosas, la antigüedad y el renacimiento. También en este momento estamos en un "entre tiempo". Estamos en una época que se dirime entre la industrialización con aportes que no soñábamos un siglo atrás y que han cambiado la vida cotidiana del planeta, a otra que dependerá de lo que podamos realizar con los avances de la tecnología actual. Esto está por verse. Aceptamos ya que será, como viene siendo, un mundo diverso y complejo. Sabemos, sin embargo, también que los factores que nos afectan negativamente pueden traer aprendizajes.
La población envejecida de hoy se mueve en un contexto con cuestiones planetarias amenazantes: guerras, cambio climático con consecuencias graves para muchos, migraciones en situación de emergencia, desigualdad socioeconómica. Es a considerar la reducción de personas que puedan ocuparse de cuidados al mayor. La revolución tecnológica está cambiando nuestra vida. Muchos mayores de hoy usamos los beneficios de esta nueva tecnología que cambia las tareas cotidianas.
La adaptación a los cambios constituye uno de los factores protectores por excelencia que lleva a envejecer saludablemente. Se trata no solamente de que los cambios sean más o menos intensos y estresantes, sino de la actitud que el mayor toma hacia ellos para adaptarse y optar por una postura resiliente y crítica favoreciendo también a la sociedad en la que vive.
La Edad Media nos ha legado la capacidad de transformar la oscuridad en luz a partir de nuestras creaciones. Hoy también requerimos de esa capacidad sabiendo que será como viene siendo, un mundo diverso y complejo.
Sobre el autor:
Carmen de Grado
Carmen de Grado es Licenciada en Psicología, Máster en Psicogerontología, ex docente en la Universidad Maimónides de Buenos Aires (Argentina) y actualmente en el Instituto Iberoamericano de Ciencias del Envejecimiento (INICIEN).