Joaquín Ramos López
Joaquín Ramos López es abogado, vicepresidente de la Comisión Séniors del Ilustre Colegio de la Abogacía de Barcelona (ICAB) y autor del blog Mi rincón de expresión.
… saber más sobre el autorMiércoles 30 de noviembre de 2022
3 minutos
Dar conformidad y conformarse son dos actos normalmente positivos respecto de un resultado, sea por la compra de un producto, la prestación de un servicio, la suscripción de un contrato y también por la aceptación de una obligación o disposición legal.
Sin embargo, subjetivamente, ambas manifestaciones difieren por sus connotaciones respecto del propósito al que se vinculan. Pues no es lo mismo considerar bien y a gusto el fin recibido –estar conforme– que aceptar su resultado con reservas –conformarse–.
Una lectura ocasional me sugiere el tema elegido, al que aporto una anécdota de ficción: Dos vecinos de escalera se encuentran de regreso en el hall de su inmueble, se saludan de costumbre, y...
– Qué tal José, te noto el ceño algo arrugado, ¿está todo bien?
– El caso es que vengo enfadado conmigo mismo, Pedro.
– Eso tiene fácil arreglo; desahógate, hombre, cuéntamelo.
– He recogido el coche del taller, ya arreglado de las rozaduras que llevaba en una puerta y he notado que no había quedado perfecto por culpa de una pequeña ondulación en la zona reparada. Casi no se percibe y puede pasar por bien hecha, pero..-
– O sea, que no te ha parecido bien el trabajo realizado.
– Sí, claro, ya me conoces. Pero lo he aceptado, firmando el conforme y pagado la factura. Después, al irme ya, se lo he dicho al chapista. Casi no lo apreciaba, pero ha admitido la ligera falla y me ha ofrecido volverlo a hacer si el defectillo me quitaba el sueño (nos conocemos de largo tiempo).
– Y tú te has conformado, porque ese descuido seguro que es imperceptible a todos, menos a ti.
– Algo así, sí. El caso es que la oferta del mecánico me ha desconcertado favorablemente y me siento “empatado al gusto”.
Quedar totalmente satisfecho con una prestación es algo esperado e irrenunciable. Presentarse un inconveniente o fallar un elemento ocurre alguna vez y merece ser comprendido. Hacer las cosas bien, en general, es exigible y reclamar lo imperfecto es un derecho.
Entiendo que esperar ventajas económicas o resultados extraordinarios en la dependencia del consumismo actual puede resultar exagerado. Y, al mismo tiempo, tener que asumir que “no pasa nada” si la puerta no ajusta exactamente pero cierra, o que el fallo es del industrial precedente y ya está bien. Pues eso.
Cada día se apunta una empresa más a la moderna costumbre de hacernos encuestas sobre cómo nos ha parecido tal o cual actuación. Por lo visto, además de transmitir buena imagen comercial, digo yo si no serán conscientes que sus comisionados fallan bastante y tratan de quedar bien.
Ojeo a veces revistas sobre defensa de los consumidores y leo la cantidad de insatisfacciones comerciales de todo tipo que se producen normalmente. Ellas acostumbran a pedir a los usuarios que reclamen siempre lo mal actuado y que vigilen cada compra o servicio requerido.
Sobre todo insisten en que nos enteremos bien de lo que firmamos y damos conformidad, pues no hacerlo puede resultarnos contraproducente.
Conformarse puede quedarnos estupendo en el trato, comprensivo en la debilidad, amistoso en la consideración y hasta misericordioso y complaciente. Pero solo dar conformidad cierta y propugnar lo bien hecho, puede sernos favorable en la práctica del bienestar.
Lo “mejor es enemigo de lo bueno” y “más vale que sobre que falte” son adagios posiblemente algo trasnochados e incompatibles modernos. De acuerdo. Sin embargo, no abusemos del conformismo, mejor aquilatarlo. No renunciemos a conseguir lo correcto. Rechacemos el descaro de los incumplimientos. Defendamos una vida responsable.