Cuaderno de a bordo día 10: La Guardia-Ericeira (Portugal)
Ángel Bernaldo de QuirósMiércoles 19 de julio de 2023
2 minutos
Miércoles 19 de julio de 2023
2 minutos
Cuaderno de Bitácora día 10 de navegación: La Guardia-Ericeira (Portugal)
17/07/23
Ha sido hasta el momento la etapa más larga y es que cuando las condiciones acompañan Alicia hace millas. Pensaba llegar a Lisboa en el día de hoy, pero al pasar el cabo Carvoeiro (Peniche) de nuevo el viento amainó.
Busqué refugio en alguna ensenada de esta costa tan abierta y recordaba de mi época de windsurf que Erizeira era un lugar bonito y además veo en el mapa que posee un espigón a resguardo del noroeste.
Entro en la pequeña playa de arena a la que han unido un espigón de cemento y bloques de piedra enormes que se adentran en el mar.
Me situó más o menos en el centro de la playa con el espigón a babor de donde sopla el nordeste. Es poco profunda, he entrado casi en marea baja y la sonda marca 2 metros de profundidad. Un poco más al centro da 3,2 metros y largo el ancla. Está atardeciendo y el nordeste me incordia.
Tras derivar hacia las piedras que tengo por popa, izo ancla, giro a estribor y vuelvo a encarar la bocana del puerto. No es un puerto exactamente, solo un espigón con una luz roja al final por mi babor.
Por babor unas piedras que son la línea de costa a estribor y la playa de arena en el centro. A la segunda lo consigo y el ancla para el fondo marino hasta detener a Alicia.
Una vez que estoy seguro de que he fondeado, me fijo en los puntos de enfilación (línea imaginaria ente dos puntos a babor y estribor que pasan justo por el catamarán. En mi caso el faro rojo y una casa de 4 grandes ventanales cuadrados).
Aunque uso una característica de mi plotter (pantalla digital de mandos) que me avisa si el catamarán deriva durante la noche. Me fio más de mis líneas de referencia con tierra.
Tras apagar el motor colocó la doble línea de patín a patín que se fija a la cadena, para que no sufra el molinete del ancla y el cata esté equilibrado al tirar de la cadena.
Tras la fina playa de arena, por supuesto en cuesta, ya que la marea está baja, se alza una villa encaramada al mar. El acantilado que en su parte izquierda se ha alicatado con piedras como si de una muralla se tratara. Está coronado de casas blancas y azules, algo más antiguas en su lado derecho han convertido en acantilado en escalones en los que las construcciones más modernas. Me sorprenden con casas blancas de enormes ventanales rectangulares que miran directamente al oeste con unas vista a las puestas de sol maravillosas allí en lo alto. Me gustan esas casas. Saben lo que hacen estos portugueses.
El fondo es muy tranquilo y no hay música hasta las tantas de la noche, lo cual agradezco. Una ensalada y al sobre.
Continuará…