El Fondo Monetario Internacional ha advertido a España que, pese a tener el mayor índice de paro, que duplica la media de la Unión Europea, un estudio de los empresarios españoles ha concluido que hay más de cien mil puestos de trabajo sin cubrir, que buscan desesperadamente personal para su incorporación laboral y que no lo encuentran.
Tres grandes bloques de problemas son, en mi opinión, las conclusiones, contradictorias a primera vista.
Primero, el fracaso escolar que deja fuera de la enseñanza primaria y secundaria a muchos jóvenes, la deficiente preparación académica con ausencia de pensamiento crítico y análisis en profundidad de problemas generales, la postergación de la formación profesional, la condescendencia con la falta de esfuerzo personal, carreras universitarias más cortas en las que no cabe toda la preparación que sería de desear y el concepto “padre Astete” o “madraza musulmana” en dónde se oculta la parte que al dicente le interesa y prima la repetición de textos una y otra vez como forma de no pensar por sí mismo.
Segundo, el Gobierno social-comunista tiene interés en que el trabajador dependa de él, sea el sostén de su subsistencia para tener su voto de forma indefinida, creando trabajadores, que no funcionarios de carrera, en el sector público, sin importarle demasiado la libre competencia del sector privado.
Tercero, el salario mínimo interprofesional (SMI) fija la cuantía retributiva mínima que percibirá el trabajador en jornada legal completa de trabajo, sin distinción de sexo o edad de estos, a cobrar en catorce pagas mensuales iguales.
En todo el mundo, los únicos países que se encuentran, en importes absolutos, con mayores salarios mínimos a España, fuente INE y Datosmacro, son:
Como fácilmente se podrá observar, ninguno de ellos pertenece a órbita marxista ni comunista, todos tienen una economía de libre mercado y el índice de parados es muy inferior al histórico de España.
La pregunta es: ¿Son suficientes mil euros mensuales para mantener dignamente una familia? Por mucho que se aquilate, solamente un modesto alquiler de vivienda supone una parte importante de dicha cantidad. Hoy en día no se concibe una unidad familiar en la que no trabajen sus dos miembros. A partir de ahí, las posibilidades de comer tres veces al día aumentan realmente.
Pero eso significa que hay que levantarse todos los días a las seis o las siete de la mañana, trabajar duro durante toda la jornada y volver cansado a casa al acabar la faena.
La alternativa es el sistema de protección social, retribuido de forma dineraria y en especie, para aquellos que no trabajan y lo que es peor, no piensan hacerlo en toda su vida. En España, bajo pátina progresista con el dinero ajeno, se ha confundido “ayuda” con “subvención perpetua” habiendo llegado a la kafkiana situación de insultar bajo diversos epítetos despectivos a quien ose alzar la voz contra determinados colectivos que incluso se les ha protegido por ley: “Los extranjeros, cualquiera que sea su situación administrativa, tienen derecho a los servicios y prestaciones sociales básicas”.
Añádase al tema el Salario Mínimo Vital establecido, por el que esa misma pareja, sin dar golpe, puede ganar 934 euros mensuales o, si es lista o está bien asesorada, llegar a duplicar ese importe en el momento que entren en juego diferentes residencias de cada uno de los convivientes o la poligamia de algunas religiones. Más el importe de escuelas, libros, médicos, medicinas y otras regalías, todo gratis para el paseante ocioso.
A todo esto, habría que añadir “las chapuzas” en dinero negro -seguimos sin pagar impuestos- en las pequeñas empresas y negocios que sirven consumo inmediato y la falta de diligencia de la Hacienda Pública en embargar o que sean inmediatamente avaladas las deudas de las grandes empresas, esas que aparecen entre los grandes morosos del Estado, lo que es lo mismo, de todos nosotros. Los que soportan esta fiesta son únicamente aquellos que tienen una nómina, que a esos sí que es fácil controlarlos.
¿Quién va a ser el tonto que vaya a trabajar todos los días por esa pequeñísima diferencia de importe, que incluso podría ser en su contra si se utilizan esos recovecos legales a los que antes hemos hecho alusión?
A todo este problema la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, insta a las empresas a que "paguen más a los empleados, les ofrezcan mejores condiciones laborales y que les den más motivos para trabajar".
¿Pueden las empresas pagar más de los citados mil euros mensuales? Si se les pregunta a ellas, dirán que no. Si se estudia la falta de productividad por empleado, la ausencia de actualización de técnicas y maquinarias, tampoco. Si se analizan los balances, su apalancamiento, su escasez de capital, los honorarios de los directivos, los gastos comerciales, su estancamiento o crecimiento de ventas, sus márgenes, sobre ventas y sobre capital propio invertido, el tema es discutible pues la rentabilidad sobre fondos propios, en muchos casos, es muy elevada.
Voy a esbozar una proposición, que ya he hecho en ocasiones anteriores, como si fuera un estudiante de veinte años: Subir el Salario Mínimo Interprofesional; como se ha visto en las estadísticas que se incluyen, a mayor salario mínimo interprofesional, menos paro. También se conseguiría acabar con los “complementos en dinero negro” que muchas empresas pagan y los trabajadores cobran. Para ello, el Estado debería compensar vía impuestos a las empresas, con un porcentaje sobre el incremento que se haya producido en las nóminas de quienes tienen esa base de ingresos, evitando así suspicacias sobre los de los altos directivos y otra serie de gastos susceptibles de control directo por el empresario.
Pero sería absolutamente imprescindible convertir en productivo el gasto improductivo que es la prestación por desempleo, SMV y subvenciones a quienes no trabajan, nativos e inmigrantes, introduciendo criterios de eficacia, reduciendo su importe y periodo de cobro, cambiando el concepto por el de Salario Estatal, nombre que les recuerde que les paga el Estado por un periodo transitorio, con contraprestación de colaboración social de obligado cumplimiento por parte de los perceptores, a disposición del alcalde de cada ciudad y pueblo de España, en horario de jornada completa, laboral por la mañana y de formación profesional por las tardes, con el mismo control que se hace en la empresa privada. Desaparecería así gran parte de la economía sumergida, disminuirían los pagos a parados y aumentarían los ingresos de Hacienda y de la Seguridad Social, por los trabajos que aparecerían de forma exponencial en corto plazo, tanto por parte del trabajador como del empresario. Y replantearse toda la ayuda dineraria, por mínima que fuera, centrándola en quien verdaderamente la necesitase por su desamparo social real.
La forma que ha tenido el sanchismo de legislar ha sido vía Real Decreto, sin consenso ni siquiera consultas no ya vinculantes sino informativas. Siempre es bueno aprender, en cualquier momento y a cualquier edad. Y nadie podrá poner el grito en el cielo, ni en el presente ni en el futuro, cuando todos callan y, muchos, otorgan.
Y es que es muy probable que en las próximas elecciones generales el tema económico sea decisivo en inclinar hacia uno u otro lado el fiel de la balanza, con la vista puesta en la reducción de las pensiones, diez millones de votantes amenazados por el dispendio gubernamental.
Yo voy a ver si mi droguero de toda la vida, ese que me aconseja en cómo solucionar cualquier problema de mantenimiento casero, me vende unas cuantas pastillas de jabón Lagarto, el que recetaba el doctor Josep Trueta, que salvó tantas vidas en la Guerra Civil lavando las heridas con agua y jabón -hay muchos que todavía no han aprendido- por la que puede caerme encima cuando se publiquen estas líneas.
Sobre el autor:
Antonio Campos
Antonio Campos nació en Ciudad Real, en la España del queso amarillo y la leche en polvo de los americanos. Licenciado en Económicas, Diplomado en Humanidades, PDG por el IESE.
Ha trabajado durante muchos años en un importante grupo multinacional del sector financiero, al que reconoce estar agradecido por haberle dado la oportunidad de desarrollarse profesional, académica, personal y humanamente.
Conseguida cierta estabilidad profesional y dineraria, volvió a su verdadera pasión de juventud, escribir; desde entonces, han sido cuatro libros y unos dos mil artículos de opinión, económica y política, publicados en diferentes medios de comunicación, pretendiendo conjugar la libertad individual o personal (el progresismo) con la libertad económica (el conservadurismo), elogiando las ideas y no las ideologías.
Y lo hace, dice, pretendidamente independiente, ideológica y socialmente, con la libertad de quien tiene libre el tiempo, el pensamiento y la palabra.