Hay que distinguir entre reacción alérgica a un determinado alimento e intolerancia a alguno de sus compuestos. Y aunque suelen confundirse son muy distintas. Una alergia provoca una respuesta del sistema inmunológico del individuo (sus defensas consideran que uno de los componentes alimenticios es un “enemigo” y entonces dispone su ejército inmunológico contra el. Y en esa reacción, el que sufre es el propio individuo).
La intolerancia sin embargo no pone en marcha el sistema defensivo sino que provoca una reacción en el metabolismo. Y por eso su reacción no es tan llamativa, ni tan rápida. Y depende mucho de la susceptibilidad y sobre todo, de la cantidad de la sustancia que no se tolera.
La lactosa
Es quizá la intolerancia más frecuente. Se debe a que quien la padece, tiene un déficit de la enzima –se llama “lactasa”- que permite la digestión del azúcar de los compuestos lácteos. Como ese déficit puede tener muchos grados, también la intolerancia los tiene.
Medio mundo padece este problema, que parece una condición racial. Por ejemplo, en Tailandia el 98 por 100 tiene déficit de lactasa. Africanos y árabes no pueden tomar leche hasta en un 80 por 100, mientras los españoles nos situamos en un 15% de intolerantes, frente a un 6% de ingleses o un 1% de suecos.
Para los lactantes hay tratamientos sustitutivos y debe saberse que con el tiempo acaban tolerando algunos productos lácteos.
(Otros azúcares también puede provocar intolerancia, aunque en menor proporción; son por ejemplo la fructosa de las frutas, el sorbitol, edulcorante artificial, o la sacarosa).
Los síntomas son casi siempre del mismo signo y depende tanto del déficit de lactasa que se padezca como de la cantidad de producto ingerido o del tiempo que se lleva ingiriendo. Lo más habitual es que se padezcan trastornos digestivos, con dolor de tripa, flatulencia y diarrea. Como dicen los especialistas, esta intolerancia no compromete la salud del individuo por lo que la solución es evitar los alimentos que contengan lactosa, e ir probando para conocer la cantidad que el organismo está dispuesto a tolerar.
El gluten
Otra intolerancia muy común, es al gluten, una proteína de los cereales de mayor consumo como son el trigo, el centeno, la avena y la cebada. Los celíacos no toleran esa proteína, de manera que si la ingieren se daña la superficie interna de su intestino y entonces la capacidad para absorber los alimentos queda muy reducida.
Si quien es intolerante, consume esa proteína, el intestino se lesiona y lo que se come no puede asimilarse. El niño celíaco adelgaza (especialmente en las nalgas), desarrolla un abdomen grande y detiene su crecimiento. Los síntomas no aparecen hasta meses después de haber iniciado el consumo de harinas con gluten.
Esa incompatibilidad con el gluten NO es curable y por tanto, debe ser controlada durante toda la vida con una dieta adecuada que no contenga esa proteína.
Es más frecuente en mujeres que en hombres.
El maíz o el arroz pasarán a formar parte básica de su alimentación. La harina de maíz, por ejemplo, puede ser el sustituto para el pan, pastas, salsas, croquetas, o para rebozar los fritos que quiera. Pero deben tener cuidado con los alimentos preparados porque suelen tener entre sus ingredientes sustancias con gluten.
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Uno de los problemas más serios con que se encuentran quienes padecen intolerancia a la lactosa o al gluten es que tanto las proteínas de los cereales o como las procedentes de la leche, se emplean para otros productos que no tienen ninguna relación con ellos . Por ejemplo, hay proteínas de leche en patés, en embutidos y hasta en patatas fritas.