Fin de semana confinada en mi residencia de mayores
Beatriz CanoLunes 30 de marzo de 2020
ACTUALIZADO : Lunes 30 de marzo de 2020 a las 11:18 H
4 minutos
Lunes 30 de marzo de 2020
4 minutos
"Un día primaveral, visto desde la habitación de una residencia de mayores en aislamiento"
El pasado viernes amanecí combativa, en mi habitación de la residencia de mayores de Usera. Harta de las divagaciones del director y de su equipo, que me prometieron una semana antes que iba a poder hacer ejercicio (lo tengo pautado por un médico), encendí mi ordenador y me dispuse a enviar un email a la empresa que gestiona mi centro y a Servicios Sociales de la Comunidad de Madrid.
Eso fue a las siete, más o menos. Pues a las 11, vino la fisioterapeuta y me comentó que iban a subir el gimnasio a la planta. ¡Objetivo conseguido!, una semana después.
Daba gusto ver cómo nos iba atendiendo de uno en uno, con bayeta y desinfectante incluidos. Los residentes reían alborozados. No me extraña. Después de tantos días de “aislamiento preventivo”, estaban extrañados y agradecidos.
Sin embargo, no todo fueron victorias para los residentes. El sábado, observé estupefacta que unos auxiliares estaban contraviniendo el protocolo de prevención (después de días de dar la lata para que les facilitaran material). Y es que, se dirigían los unos a los otros sin mascarilla, a voces, salivando sobre los alimentos de nuestras bandejas de la cena. Algunos tampoco llevaban guantes ni peto y, “cuerpo a cuerpo”, alimentaban a los residentes más dependientes. Habrá que estar pendientes esta semana. Según dicen, en nuestra planta no hay contagiados aún, veremos ahora.
Al día siguiente, volvió a pasar lo mismo. De nuevo, había trabajadores que llevaban la mascarilla colgando por debajo de la barbilla. Entonces, decidí dirigirme a la responsable, para hacerle ver esta falta de aseo. Sorprendentemente, me contestó: “Da gracias de que venimos a trabajar”. Éste es nivel.
Al final, acabé poniendo dos reclamaciones. Una, expresando lo acontecido. Y la segunda, solicitando la conveniencia de que las trabajadoras se tomen la temperatura antes de acceder a su puesto, ante la falta de test.
Y ya, lo que remató mi fin de semana de aislamiento, fue ver por la ventana a dos auxiliares fumando y merendando tan ricamente en nuestro jardín. Estaban como si nada, uno al lado del otro, sin guardar siquiera la debida distancia y, de nuevo, con las mascarillas colgando por debajo de la barbilla. Ni que decir tiene, que está expresamente prohibido fumar en todo el entorno del centro, tan sólo pueden hacerlo los residentes a los que han habilitado una zona específica. El resto, lo deben hacer fuera.