Del coronavirus se sale
Diego FernándezMartes 31 de marzo de 2020
ACTUALIZADO : Viernes 3 de abril de 2020 a las 12:48 H
4 minutos
Martes 31 de marzo de 2020
4 minutos
Una llamada de teléfono, la voz de mi hermano y una frase que se siente como una sentencia de muerte. Frío, parálisis, temblores y un puñetazo con déficit de fuerzas contra la pared del baño. Son síntomas de la impotencia que ha contagiado a muchos nietos de este país. Por lo menos, así es como reaccioné yo cuando me dijeron que mi abuela Carmen había sido diagnosticada de coronavirus.
Y es normal, porque las noticias de esta crisis sanitaria no son esperanzadoras y menos en Madrid. Como repetirlas sería ahondar en el desánimo, mejor voy a comunicaros algo bueno. Mi abuela está ganando al coronavirus, le han dado el alta y terminará de recuperarse en su casa. Con 88 años podrá contarnos todo lo que no hemos podido saber mientras estaba aislada, aunque alguna cosa nos han chivado. Por ejemplo, que las enfermeras sacaron unos segundos cuando la cuidaban para bromear con ella y hacerle más llevadero su alojamiento no deseado en el hospital. Preguntaron a mi abuela si prefería un celador normal o con musculitos. No sé cuál de los dos elegiría, pero puedo intuirlo. En la primera videollamada que he hecho con ella las sonrisas y la alegría han provocado que no me acuerde de la mitad de lo que me ha dicho, aunque sí de dos cosas: “La vida es un regalo” “No caigáis malos”. Ahora toca hacerle caso, así que me he abierto un vino de esos que se compran para ocasiones especiales. Nunca pensé que lo bebería porque mi abuela había sobrevivido a una pandemia que nos ha encerrado a todos en casa.
Mientras Carmen estaba ingresada, mi otra abuela, María, de 93 años, ha estado y está jugando al escondite con el coronavirus. Lo hace permaneciendo en su piso, y eso para ella, de misa diaria y habitual de la peluquería, es como pedirle a Spiderman que no se suba por las paredes. Aunque creo que su superpoder es diferente. Su longevidad y buena salud hacen que empiece a sospechar de su posible inmunidad al coronavirus. Es más, debería tener una conversación “seria” para plantearle la posibilidad de que los mejores científicos del mundo vayan a visitarla e investiguen con ella en busca de una solución para esta crisis sanitaria. Lo más seguro es que se ría y pase de mí.
Carmen y María, con sus edades de riesgo y la serenidad que estas otorgan, están nominadas a ser dos supervivientes del coronavirus. El reto les ha llegado en una etapa de su vida en la que lo que se merecían era tranquilidad. Y así, con tranquilidad, es como lo han afrontado, al menos aparentemente, que ambas son de llevar la preocupación por dentro. Las dos son ejemplo de que se puede superar el virus, bien venciendo a la enfermedad, o esquivándola. Son ejemplo de algo que tenemos que pensar más a menudo, que aunque ahora estemos encerrados en nuestras casas, de esta se sale.
Diego Fernández es periodista en La Sexta Columna (La Sexta)