El dilema fiscal: ¿subir o bajar los impuestos?
Juan Manuel Sánchez Quinzá-TorrojaMartes 30 de mayo de 2023
5 minutos
Martes 30 de mayo de 2023
5 minutos
Cada vez que hay una campaña electoral reaparece el dilema de subir o bajar los impuestos.
Los impuestos son instrumentos para financiar los bienes y servicios que una sociedad decide que sean públicos como la sanidad, la educación o las pensiones. El fin es prestar esos servicios, debiendo la política fijar primero la cantidad y calidad de las mismas, y después estableciendo la forma más eficiente y justa de financiarlos.
Para responder al título del artículo es necesario situar el problema en el contexto adecuado y, para ello, tenemos que repasar brevemente las principales políticas fiscales que se han puesto en práctica en Estados Unidos y en Europa desde el final de la II Guerra Mundial y la situación en la que nos encontramos actualmente.
La primera política económica que se aplicó a partir de 1945 y hasta la crisis del petróleo de 1973 fue el modelo Keynesiano, basado en la obra de John Maynard Keynes, economista liberal británico, que publicó sus teorías en 1936 en el libro Teoría General del empleo, el interés y el dinero.
El Keynesianismo defiende la intervención del Estado en la economía a través de la política fiscal basada en destinar más recursos al gasto público en épocas de contracción de la economía para estimular la demanda agregada y el consumo. De acuerdo con este modelo, la política fiscal es el instrumento fundamental para regular la economía.
Estas políticas económicas fueron puestas en práctica por el presidente norteamericano Roosevelt, para luchar contra los efectos de la Gran Depresión de 1929, lanzando una serie de medidas expansionistas dirigidas a reflotar la economía.
El modelo con altos tipos y una política de gasto público anticíclica (aumentándolos en épocas de crisis y reduciéndolo en épocas de crecimiento económico) se aplicó durante los denominados 'Treinta Gloriosos' (1945-1975) en EEUU y Europa, lo que supuso un período de enorme prosperidad económica en los países en los que se puso en práctica, especialmente los países nórdicos.
Con las crisis del petróleo de 1973 y 1979, los altos costes de la energía obligaron a aumentar los precios en un escenario desconocido de estancamiento económico, alto desempleo y alta inflación (se le denominó estanflación). En este contexto, el modelo Keynesiano quedó relegado por el neoliberalismo y el monetarismo de la Escuela de Chicago, cuyo máximo representante fue Milton Friedman, que aboga por reducir la intervención del Estado en la economía, poniéndose en práctica esta política económica en Chile con Pinochet.
La teoría se expandió durante los años ochenta y noventa e incluía bajada de impuestos, desregulación del mercado y privatización de los servicios públicos. Simultáneamente, en 1974 un economista llamado Arthur Laffer, en una reunión en una cafetería con miembros de la administración del presidente norteamericano, Gerald Ford, les dibujó en una servilleta una curva con forma de `'U' invertida en la que representó la relación entre los tipos impositivos y la recaudación tributaria.
La curva supone que no se obtienen ingresos fiscales con tipos impositivos del 0% y tampoco del 100%. Como la función es continua y toma valores iguales en los extremos, de acuerdo con el Teorema de Rolle, habrá un punto entre estos extremos en los que los ingresos fiscales serán máximos. La diferencia es que para los neoliberales este máximo se alcanza con tipos impositivos muy bajos y a partir de ahí cae la recaudación mientras que, para los keynesianos, el máximo de recaudación se obtiene con tipos elevados.
Esta política fiscal de bajada de impuestos fue puesta en práctica por Ronald Reagan en EEUU y Margaret Thatcher en Gran Bretaña, basada en el modelo neoliberal y en la curva de Laffer, que decía que se pueden bajar los impuestos y aumentar la recaudación porque si hay crecimiento económico y generación de empleo se pagan los impuestos y desaparece una parte importante de la economía sumergida, con lo cual, la actividad económica crece.
Sin embargo, tanto la aplicación de las políticas neoliberales de bajada de impuestos aplicadas desde los años ochenta que han aumentado las desigualdades sociales como estudios recientes de organismos internacionales como el FMI, la OCDE y expertos económicos han desacreditado con múltiples trabajos empíricos esas aproximaciones de que bajando mucho los tipos impositivos aumenta la recaudación.
Además, tras la crisis del Covid y la Guerra de Ucrania se ha vuelto a la aplicación en EEUU y Europa de las políticas keynesianas de elevación de impuestos (a bancos, energéticas y personas físicas con altos ingresos) para hacer frente al aumento del gasto público en ayudas a sectores y personas vulnerables.
Los neoliberales justifican la bajada de impuestos en toda coyuntura. Si la economía va bien, se recaudará mucho y hay que devolverles el dinero a los ciudadanos y, si la economía va mal, hay que reducir la carga para que las cosas vayan mejor (aún a costa de aumentar más el déficit público del que son enemigos acérrimos).
No hace falta ser un experto economista para darse cuenta de que alguno de estos razonamientos es falso por contradictorios. La presión fiscal española está cuatro puntos por debajo de países como Bélgica o Francia, por lo que el sistema es ineficiente, es poco progresivo (el 20% más pobre solo recibe el 12% de las transferencias del sector público) y redistribuye mal, como muestran todos los indicadores sobre la pobreza (índice de Gini, Indicador AROPE, Informe sobre la pobreza de FOESSA-Cáritas o el Informe de Intermon-Oxfam).
España no puede permitirse bajar impuestos y tampoco puede permitirse aspirar a un nivel de servicios públicos como el de los países nórdicos. En algún momento, nuestros políticos y agentes económicos y sociales deberán reconocer que 'el rey está desnudo'.