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El estrés del aburrimiento
Ramón Sánchez-OcañaJueves 4 de julio de 2019
ACTUALIZADO : Jueves 4 de julio de 2019 a las 9:29 H
2 minutos
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Jueves 4 de julio de 2019
2 minutos
Los expertos ya lo dicen: hay una relación estrecha entre ese estrés que identificamos con la acción y el nerviosismo, y esa sensación extraña que provoca el aburrimiento. Es un curioso paralelismo. Y es que la falta de motivación, lleva a una inactividad que resulta tan nociva como el exceso de acción.
El estrés produce una serie de síntomas que alteran los circuitos cerebrales y con ello se modifican los sistemas responsables del sueño, la ansiedad, etcétera. Pero, como dicen los psiquiatras, también se pueden modificar esos mismos circuitos por la falta de actividad, por no estar sujeto a ningún estímulo; en síntesis, por no tener motivación alguna. Por el aburrimiento.
Una pregunta: ¿No es verdad que quien no hace nada muchas veces está tan cansado como si lo hiciera? Y es que la actividad conviene para mantener nuestros circuitos cerebrales en equilibrio.
¿Y qué es lo que ocurre? Pues la misma irritabilidad, el mismo insomnio, la misma angustia que si tuviéramos “el otro estrés” que asociamos a las prisas y al quehacer continuo.
Las transformaciones físicas que el estrés nos produce, son similares; se movilizan las grasas, disminuye nuestra potencia inmunitaria, se altera el sistema nervioso vegetativo, la irritabilidad provoca un aumento de ácidos gástricos, se distorsiona la sexualidad… Y todo ello conduce al primer aviso de que algo no esta yendo bien: el insomnio.
Hay que aplicar la misma receta que se recomienda ante el estrés más conocido. Hacer algún esfuerzo físico que nos descargue. Y eso se consigue practicando cualquier deporte. El paseo distrae, es bueno, da calma. Hacer algo, buscarse actividad, movimiento, compañía… Y algo verdaderamente importante: comunicarse. Tener vida en común y comunicada.
Una buena receta para cuando vamos cumpliendo años.