Enrique J. Salván
Enrique J. Salván es periodista especialista en Economía y Comunicación de Crisis, con experiencia de más de 40 años en medios y departamentos de comunicación.
… saber más sobre el autorMiércoles 6 de mayo de 2020
ACTUALIZADO : Miércoles 6 de mayo de 2020 a las 9:46 H
3 minutos
Miércoles 6 de mayo de 2020
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Crónica de la desescalada en la capital, de la mano de un ciclista sesentón
Madrid amanece esta semana con otro color. Además de un día azul machadiano, la capital recupera su pulso poco a poco. Algunos bares ya están abiertos en Atocha y los estancos –¡paradojas de la vida!–, también dispensan tabaco a quien se atreva a comprarlo.
El tráfico, afortunadamente, está lejos de recuperar su pulso. Para un ciclista urbanita, como es el caso, es un lujo. Caminar por tus calles habituales, moverse sin el temor a que un vehículo pase a 50 kilómetros por hora, y sobre todo, disponer del tiempo necesario para disfrutar del paseo. El ciclista sesentón no se resiste a hacer una foto en la calle Mayor, semiesquina con Santiago, tras ver una puerta del Sol vacía antes de las 8 y media de la mañana. Se orilla en la acera, saca su cámara, se pelea consigo mismo porque sus guantes –además de contaminar la cámara, ¿o es al revés, la cámara contamina a los guantes?–impiden dar al botoncito para hacer la foto.
Pero por fortuna, ese tiempo suspendido –como todo en este tiempo durante la crisis del coronavirus– tiene su recompensa. Oye el trinar de un pájaro, se gira hacia el árbol que tiene a un metro de distancia y ve un gorrión cantar en una mañana diferente. Es simplemente un gorrión, un gorrión común, pero el ciclista urbanita se emociona por su canto, y por haber sabido encontrar ese instante; un instante, único, no por el obturador de la cámara sino por el momento mágico bajo su canto.
El viaducto de la Calle Segovia, otro de los emblemas capitalinos, aparece semielevado sin coches, una vez que dejamos La Almudena que se nos presenta con su cúpula enorme y su apariencia de blanco marmóreo. Fría.
Pero hoy lo que más sorpresa ofrece al viandante es el inicio del pulso ciudadano en el centro de la ciudad. Bares abiertos, por primera vez, como atreviéndose a retar las leyes de la gravedad; los bancos preparan sus instalaciones y por todos lados, aparecen las colas de ciudadanos en la calle esperando. Y el ciclista sesentón recuerda lo vivido en la Unión Soviética, en los años ochenta, en donde a cada esquina aparecían colas de ciudadanos para comprar cualquier cosa; porque el caminante no conoció las cartillas de racionamiento, ni la posguerra, ni el hambre...
Y desde luego no es comparable con aquello, porque aún tenemos un Estado de Bienestar que confiemos resista, pero lo más llamativo de esta semana para el ciclista sesentón ha sido la cola inmensa de personas sin recursos o en riesgo de exclusión social en el comedor de La Trinidad (doctor Cortezo). ¿Será esto a lo que llaman adaptarse a “la nueva realidad”? La realidad, estimados gobernantes (los unos y los otros; y los de más allá), solo es, por desgracia, una realidad dura para muchas personas.
Pero no nos despistemos. Ahora lo primero es sobrevivir a la pandemia, antes de preocuparnos por los problemas que nos empiezan ya a llegar. Y más concretamente, en este paseo, describir cómo está nuestro río Manzanares. El ciclista debe tranquilizar a los madrileños que aún no han salido de casa, o si lo han realizado sólo han paseado por el kilómetro de libertad que se tiene dependiendo el tramo de edad.
Sí, tranquilizar a los madrileños: todo sigue igual, nuestro Manzanares continúa siendo un aprendiz de río, como afirmó Quevedo, nuestro escritor más castizo. ¡Pero es tan bello visto desde el puente vacío de Legazpi, o frente a la puerta principal de la Casa de Campo!
Durante todo el camino, que no es cualquier camino porque es la recuperación de un sentimiento de libertad aunque limitada, el ciclista sesentón mientras pedalea no puede quitarse de la cabeza el estribillo de aquella vieja y hermosa canción de Hilario Camacho: “Madrid, amanece”.
Enrique J. Salván es periodista especialista en Economía y Comunicación de Crisis, con experiencia de más de 40 años en medios y departamentos de comunicación