¿Por qué y cómo nos influyen los olores?

Los olores pueden modificar nuestra conducta. Cuando nacemos no distinguimos entre olores buenos y malos. Son simplemente, olores. Es la educación y la experiencia la que nos va enseñando.

Y son muchas las cosas que pueden influir para que un olor nos guste. Por ejemplo, la cultura. Los olores excesivos no suelen gustar a los occidentales. Tampoco el aroma de algunas especias que en sociedades como la hindú resultan agradables. Por supuesto, las vivencias influyen de forma determinante: un olor objetivamente agradable, como el de algunas flores, puede resultar insoportable para quien lo asocie a muerte, a entierro o a cementerio.

Y lo más inquietante, aunque no esté suficientemente estudiado, es que el olor tiene un enorme poder para alterar nuestro estado de ánimo. Las fragancias agradables, serenas pueden mejorarlo; las desagradables pueden producirnos estrés, ansiedad, prisa.

De hecho ya los egipcios utilizaban los olores como terapia; y los griegos, y los romanos.

Según los defensores de la aromaterapia, la fragancia de hormonas o aceites esenciales de ciertas plantas, flores y frutas producen en el cuerpo humano unos efectos sorprendentes. Una ráfaga de olor suave a menta da idea de limpieza y de frescor, de algo natural. Un revista publicaba hace muy poco un reportaje sobre este tema y sostenía que estamos cerca del día en que trabajaremos a golpe de fragancia. Y que habrá perfumes para reducir la agresividad y que serán atomizados en estaciones de metro conflictivas y peligrosas. Fragancias contra muchas cosas.