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¿Por qué nos gustan las mascotas?
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Son muchas las razones. La primera, que mejoran la capacidad de relación y la habilidad social. También se incrementa la autoestima, por cuanto el animal de compañía permite una escucha compasiva y aceptación. No pide nada a cambio y no emite juicios de valor. Son quizá los únicos seres que pueden llamarse proveedores de amor incondicional y afecto. Y eso nos dota de una dosis extra de seguridad y de confianza, que nos viene siempre muy bien.
Además, puede haber una mascota para cada carácter. Para un ejecutivo agresivo, se recomienda un gato, porque es independiente, no exige que le saques a pasear, es autónomo y paciente. Y esperará a que el ejecutivo esté ya sentado en su sillón, y a que el ambiente esté propicio para acercarse a su dueño, ronronear a sus pies y esperar las caricias. Así refuerzan actitudes relajadas y serenas.
Para el tímido, el perro es la mejor compañía. Le da seguridad. Además los animales de compañía son motivadores de conductas lúdicas (pasear, tirar una pelota que van a recoger, correr) y todo eso podría considerarse casi como una terapia ocupacional, o por lo menos permite romper con nuestro estado de animo anterior.
Otro aspecto de interés es que pasear al perro, por ejemplo, nos va a proporcionar de manera inmediata relación con otros propietarios de perro, y es por tanto, motivo de conversación, de distracción, de cambio de estado de animo.
Los ancianos pueden encontrar en la mascota esa compañía permanente, y permite además mejorar la comunicación entre todos los miembros de la familia.
Entre el niño y el perro por ejemplo, se establece una relación especial con muestras de cariño que, además de inevitables, pueden parecer excesivas.
Pero siempre conservando las normas de higiene y sanitarias correspondientes. Porque el 69 por 100 de mascotas lame a las personas; en el 41,6 de casos, la mascota sube a la cama; el 34,9 de los niños no se lava las manos después de tocar al pero o al gato. Y casi el 32 por 100 de niños comparten comida con él.
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