Todas las cosas huelen porque desprenden moléculas, aunque sea una cosa tan sólida como un taco de madera. (El ejemplo es intencionado. La madera huele, aunque poco a poco se va secando y deja de oler). Por eso, para que algo huela tiene que ser algo más o menos volátil.
Pero hay que señalar que lo que estimula el sentido del olfato no es la sustancia que se volatiliza en sí misma, sino la forma, el tamaño, la imagen de las moléculas que se diluyen en el aire. Por tanto, moléculas iguales en tamaño y forma, olerán igual, procedan del pie izquierdo, o de un buen pedazo de queso.
Es decir, la colocación de los átomos en la molécula es lo que va a determinar el olor. Y eso que parece un tecnicismo excesivo, abre una puerta impresionante a la fabricación de olores. Porque, en teoría, basta crear una molécula donde los átomos estén dispuestos de una determinada forma, para conseguir un determinado olor.
El olfato es uno de los sentidos que más se deteriora con la edad: a los 70 años olemos aproximadamente la mitad que cuando teníamos 20. Y eso sí: hay que rendirse ante el sexo femenino. Ellas no solo huelen mejor que los hombres, sino que tienen mejor olfato.
Los pies y su olor
La respuesta inmediata a por qué huelen los pies es porque sudan. Pero hay que añadir, sin embargo, que el sudor es, en origen, inodoro. Lo que ocurre es que según el sitio donde se produzca las bacterias pueden actuar de manera rápida y descomponerlo. Y es ahí , en la descomposición que organizan las bacterias, en donde de origina el olor característico de los pies o de las axilas.
En el caso de los pies, especialmente si están abrigados y sudan, al estar toda la jornada cerrados, las bacterias pueden actuar de manera mucho más prolongada. Y se acentúa además con los microorganismos del calzado. Los calcetines de fibra, que impiden una correcta transpiración del pie, aumentan la posibilidad de que el sudor se descomponga y origine mal olor.
