

¿Por qué no comemos ortigas? Curiosa pregunta, porque los romanos eran muy aficionados a ellas. Nosotros no tenemos cultura de su consumo, pero podrían jugar el mismo papel que hoy ocupan las acelgas o las espinacas. No irritan la boca, porque los pelillos de sílice que tiene la ortiga y que son los que inyectan la sustancia histamínica que produce el efecto básico de 'ortigar' son solubles en el agua y, por tanto, al hervirla o al lavarla, desaparecen.
Podrían consumirse como crema de ortigas (piense en la de espinacas), al horno, ligeramente gratinadas; ortigas hervidas, con un refrito de ajo y pimentón; o simplemente en ensalada.
En cuanto a su valor nutritivo, los estudios que se han hecho –en comparación con la espinaca– son muy positivos para la ortiga. Tiene diez veces más de calcio; más hierro y más vitamina C, con un buen contenido en cobre y en magnesio. Eso sí, el sabor es más fuerte y un poco más áspero. Sus ventajas nutritivas no se traducen en ventajas gastronómicas.
