La polémica está en la calle. La nueva ley de bienestar animal impulsada por la ministra Ione Belarray aprobada en el Congreso con los votos de PSOE, Podemos, ERC y Bildu ha introducido un importante cambio en el Código Penal al cambiar la denominación 'animal doméstico' por 'animal vertebrado'. Animal vertebrado es todo aquel que tenga huesos y un esqueleto articulado o espina dorsal.
Pues bien, ahora golpear lesionando a un animal vertebrado, o matarlo, se penará con prisión o multa. En caso de no acabar con su vida pero lesionarla, por ejemplo a golpes, se establecen penas que oscilan entre 3 y 12 meses de prisión si se es denunciado.
Anteriormente, se castigaba cualquier lesión o acción con resultado de muerte en animales considerados como animales domésticos. Pero ahora el concepto 'animal vertebrado' es tan amplio que abre la veda a que se tipifique como delito con pena de prisión por golpear o acabar con la vida de animales no domésticos. Es decir, cualquier animal con cráneo y espina dorsal, como ratas, ratones o serpientes que pudieran entrar en casa. E incluso palomas urbanas en la calle.
Igualmente, golpear repetidamente a un rata que entrase en un establecimiento o en un domicilio con el palo de la escoba sería considerado un agravante, al mediar 'ensañamiento', y además, se haría uso de un "arma" u "objeto", es decir, el palo de la escoba o la fregona.
Sin lesiones, pero considerado maltrato, el mero acto agresivo es penado con una multa de 1 a 2 meses, o bien trabajos en beneficio de la comunidad de entre 1 y 30 días.
El hombre y la rata
Buen momento este para recordar un poco la desigual lucha que hemos tenido con estos roedores. Porque el hombre y la rata son los dos animales de presa que con más éxito han subsistido en la naturaleza. Los dos son capaces de prevalecer sobre la tierra en las condiciones más agresivas del medio. Por si fuera poco, la rata es uno de los animales más inteligentes que pueblan el planeta.
Trabaja en equipo
Las ratas trabajan en equipo, eso es lo sorprendente. Por ejemplo, si tratan de robar huevos, una rata grande se dispone a hacer con su cuerpo el almohadillado para que los huevos no se rompan. Se tumba en el suelo con las patas hacia arriba, abre sus extremidades y muestra su panza bien estirada. Entonces una rata más pequeña va a donde están los huevos y los acerca hasta que logra tirarlos sobre el vientre de su compañera. La rata que está abajo los sujeta con las patas. La otra baja y arrastra a la “almacenista”, tirando por su rabo hasta que llegan a lugar seguro. Así una y otra vez, huevo tras huevo...
Incluso son capaces de pescar. Lo contaba como muestra de subsistencia un magistrado de Nueva Guinea: “Las ratas bajaban por la orilla de un desértico atolón. Al borde del agua se detuvieron. Algunas introdujeron su larga y pelada cola en el agua y esperaron inmóviles. De repente, una de las ratas dio un salto y salió con un cangrejo prendido en la cola. Acto seguido, giró sobre sí misma, atrapó el cangrejo, lo engulló y volvió a reanudar la pesca. Las demás ratas hacían lo mismo...”
Necesidad de roer
La característica fundamental de las ratas es, precisamente, su necesidad de roer. Tiene una estructura dental muy curiosa. Todos los múridos tienen 16 dientes, cuatro incisivos y doce molares. Carecen de caninos y de premolares. La característica singular de los roedores se la proporcionan los incisivos, dos por cada maxilar que crecen constantemente (como nuestras uñas) y a una velocidad considerable: unos quince centímetros al año. Por eso una de las actividades más devastadoras de las ratas es precisamente la de roer para limar esos dientes y ajustarlos a su dentadura y a su boca. Eso les facilita, además tenerlos siempre afilados y dispuestos. Si no royeran, sus dientes les atravesarían el cerebro. Por eso no les importa el material a destrozar.
Voracidad
Una rata come al día, aproximadamente, la décima parte de su peso. Suponiendo que sólo la mitad sean de aprovechamiento humano (y dejamos un margen importante al error) podemos deducir que una rata come todos los días diez gramos de alimentos que podrían aprovecharse para el consumo humano.
Consideremos ahora que el valor de medio kilo de alimento –promediando precios y sustancias– es de medio euro. Si se calcula que la población de ratas es vez y media mas que la de ciudadanos, es fácil obtener el costo diario de la alimentación de los roedores. Puede pensar que una rata come algo menos de diez céntimos de euro al día. Calcule, calcule...
Por otra parte, la Organización Mundial de la Salud estima que todos los años se pierden millones de toneladas de cereales y arroz almacenados en todo el mundo. A esto hay que unir que los roedores son también, con los insectos, los causantes de que el 20 por ciento de las cosechas plantadas no lleguen a ser recogidas.
Las pérdidas por los efectos de su actividad son verdaderamente incalculables; tanto en calidad como en cantidad. Porque al hablar de calidad los problemas que plantean son sumamente serios. ¿Cuántos incendios no han sido motivados por cortocircuitos totalmente sorprendentes? Las ratas habían segado cables, las ratas habían ahuecado paredes, las ratas habían destruido bibliotecas.
Muy listas
Lo que más llama la atención, sin duda, es la habilidad o la intuición de estos animales. Si una rata muere envenenada con comida, las demás ratas de su grupo deducirán inmediatamente que la causa de la muerte de su compañera fue la comida, por lo que ninguna más comerá de aquel plato. Y es fácil que incluso emigren.
Por otra parte, en cuanto se cierne un peligro sobre ellas, de forma inmediata se dan la voz de alarma, el aviso se transmite a toda la tribu, y se ponen en guardia.
Si una rata cae en un cepo, en muchas ocasiones, y sin que nadie sepa cómo, la familia logra muchas veces salvarla.
Son ya tradicionales los ejemplos de “sexto sentido” ante cualquier catástrofe. Sin que haya razones de sospecha, ellas abandonan las minas o las alcantarillas antes de que haya un hundimiento. Además tienen un curioso sentido de solidaridad. Durante una campaña de desratización, y en un amplio colector, medianamente iluminado, un grupo de más de cien ratas retrocedía, como de costumbre, según avanzaba la patrulla de saneamiento. De pronto, y ante el asombro de los técnicos, una sola rata, grande y amenazadora, en lugar de continuar su retirada se quedó plantada frente a ellos. Los hombres, con la experiencia de su trabajo, comprendieron que algo raro ocurría y detuvieron su avance. Se miraron inmóviles. De pronto, una rata mas pequeña se acercó a la que había quedado amenazadoramente haciendo frente. Entonces las dos reemprendieron la retirada.
Cuando los técnicos capturaron a la rata grande pudieron comprobar el por qué de aquella aventura: la rata estaba ciega.
Cinco partos al año
Lo mas grave de todos modos, es su número. Las hembras pueden ser fecundadas a los tres meses del nacimiento, edad en que también son aptos los machos. El período de gestación es de unos 24 días –puede oscilar de uno a tres días– El número de crías que produce es variable y se sitúa entre seis y doce, aunque excepcionalmente haya habido partos de veinte crías. Y puede, por último, tener unos cinco partos al año.
Si hacemos la cuenta, podemos decir que una pareja aislada puede producir en un año, una colonia de más de 30.000 ratas.
¿Pero es que hay tantas? Es posible que nos lo preguntemos los profanos. Sí. Los expertos tienen la respuesta preparada. Por cada rata que se ve, puede calcularse que hay diez en el mismo lugar.
La salud
En el aspecto sanitario los problemas no son menores que en el económico. Una sola rata en un almacén o en un silo devora en el transcurso de un año unos quince kilos de alimentos. Pero hay otro hecho quizá más grave: puede contaminar el resto con las 25.000 deyecciones que produce, a lo que hay que añadir la diaria secreción de orina y los frecuentes partos.
Basta multiplicar el número de deyecciones por el número de ratas para darse cuenta de la inmensa capacidad de infección que las ratas pueden proporcionarnos.
La lucha
Todas estas características de la rata han hecho que la lucha contra ellas haya sido a lo largo de los años bastante ineficaz. Su inteligencia hacía imposible un combate abierto, porque emigraba. Hasta que se descubrieron raticidas eficaces. Hoy en todo el mundo se están empleando para acabar con las ratas sistemas tan sofisticados como los anticoagulantes.
La ingestión de comida con esa sustancia hace que el anticoagulante se vaya acumulando, de forma que llega un momento en que la rata enferma, aparentemente de manera natural, con un mal similar a la hemofilia. Parece un proceso natural, única forma de no levantar sospechas entre la colonia de roedores.
De lo que no cabe duda es de que tenemos que tomar conciencia de la importancia del problema. Porque en las grandes ciudades, con tensión ambiental, con distancias y hacinamiento, es fácil que demos a las ratas las mejores condiciones de vida. A ellas le va a venir muy bien el hacinamiento. Y las basuras. Y el envejecimiento de cientos de inmuebles les van a dar una lujosa habitación.
(Espero no haber incurrido en delito por no tratar con la delicadeza que exige el bienestar animal a los “adorables” roedores).
Sobre el autor:
Ramón Sánchez-Ocaña
Ramón Sánchez-Ocaña (Oviedo, 1942) es miembro del Comité Editorial de 65Ymás. Estudió Filosofía y Letras y es licenciado en Ciencias de la Información. Fue jefe de las páginas de Sociedad y Cultura de El País, y profesor del máster de Periodismo que este periódico organiza con la Universidad Autónoma de Madrid.
En 1971 ingresa en TVE. En una primera etapa se integra en los servicios informativos y presenta el programa 24 horas (1971-1972). Entre 1972 y 1975 continúa en informativos, presentando el Telediario. No obstante, su trayectoria periodística se inclina pronto hacia los espacios de divulgación científica y médica, primero en Horizontes (1977-1979) y desde 1979 en el famoso Más vale prevenir, el cual se mantiene ocho años en antena con una enorme aceptación del público.
Tras presentar en la cadena pública otros dos programas divulgativos, Diccionario de la Salud e Hijos del frío, fue fichado por Telecinco para colaborar primero en el espacio Las mañanas de Telecinco y posteriormente en Informativos Telecinco.
Es colaborador habitual de radio, periódicos y revistas, y autor de una veintena de libros, entre los que destacan Alimentación y nutrición, Francisco Grande Covián: la nutrición a su alcance, El cuerpo de tú a tú: guía del cuerpo humano, Guía de la alimentación y Enciclopedia de la nutrición.
En 2019 entró en el Comité Editorial del diario digital 65Ymás, en el que colabora actualmente.