Francisco Olavarría Ramos
Francisco Olavarría Ramos es profesional de la comunicación, con experiencia de trabajo en entidades y empresas relacionadas con las personas mayores o personas con discapacidad.
… saber más sobre el autorJueves 23 de abril de 2020
3 minutos
En España, la canción del Duo Dinámico, Resistiré se ha convertido en el himno de la lucha contra el coronavirus, pero también podría ser el merecido homenaje al grupo etario que está sumando más pérdidas, las personas mayores. Pérdidas que no sólo significan muertes, sino también bruscas renuncias y precipitados cambios. Algo a lo que por otra parte, el envejecimiento mismo, les ha obligado a experimentar, o al menos, a ser más conscientes de ello.
Estos días de confinamiento, las personas mayores lo viven de maneras distintas. Con miedo, tristeza, esperanza, serenidad o resignación. Unos con sus familiares y otros con pesar o agradecimiento por hacerlo en un espacio geriátrico, o en la soledad de su hogar. Quizá también, entonando un resistiré firme por permanecer en un entorno conocido.
En este punto de mi vida, veo el envejecimiento como un proceso de evolución y adaptación, con sensación de resistencia. Una mudanza constante, de piel y de medio para el que no hemos recibido preparación ni la atención que requiere, para que luego no tengamos que lamentar ciertas decisiones.
Imagino que no te sorprenderá que la canción del Duo Dinámico represente a una mayoría que tiene claro que quiere permanecer el máximo tiempo posible en ese entorno conocido. Sin embargo, el aumento de las dolencias físicas y las pérdidas cognitivas a veces pueden verse como que este deseo fuese un imposible.
Hasta este punto evolutivo hemos llegado gracias a los cuidados, tarea ancestral, vinculada al sentir y exhibir preocupación y empatía por los demás, por aquellos más frágiles e indefensos, como las personas a las que esta crisis surgida con la pandemia ha convertido en desgraciados protagonistas, las personas con discapacidad o algún grado de dependencia. Las cosas de los cuidados han cambiado mucho. La familia como proveedor primario de estos apoyos ya no es una seguridad. Además, con la incorporación de la mujer al mercado laboral y los derechos alcanzados, consiguiendo cierta libertad, hacen que los cimientos de este sistema se vean tambalear.
Sinceramente creo que este impás que nos ha traido el Coronavirus, y habiendo sido testigos del fracaso del modelo, será el momento de apostar por las Unidades de Convivencia y los Cuidados en el hogar, provistos por mujeres y hombres, para mujeres y hombres cada vez más conscientes de sus derechos.
Estos servicios que contemplan la atención de una manera integral, cualificada y humanista se convertirán en una demanda creciente y reivindicativa, y entonces, más de uno, entre los que me encuentro diremos “resistiré y gané en autonomía y derechos”. Ojalá así sea.
Francisco Olavarría Ramos, licenciado en Comunicación y activista en favor de los derechos de personas mayores y personas con discapacidad