Klimt, Gustave, Las tres edades de la mujer, óleo sobre lienzo, 180 cm. por 180 cm., 1905, Galería Nacional de Arte Moderno de Roma, Italia.
Esta obra muestra a la persona mayor totalmente separada, sola, cubriéndose el rostro con su mano, su cabeza inclinada hacia abajo. Las otras dos edades, la pequeña y su madre están abrazadas, configuran un fragmento muy divulgado que muchos pondríamos en nuestras casas. Ambas expresan ternura. Están rodeadas de flores y color.
Muy diferente y poco difundida, la imagen oscura de la vieja es la de Heaulmiere, la única anciana que posó para Rodín y que él esculpió. Se encuentra en La Puerta del infierno. Klimt pone a Heaulmiere representando a la tercera edad en esta pintura.
A mitad del siglo XX se publicaba la Teoría del Desapego en EEUU, escrita por Elainne Cumming y William Henry. Según esta teoría se produce necesaria y universalmente en el proceso de envejecimiento una reducción del interés vital por las actividades y el mundo generando un sistemático apartamiento de toda clase de interacción social.
Avanzado el siglo XX muchas son las voces que se han levantado en contra de esta consideración del mayor y mucho se ha avanzado en una visión de integración intergeneracional donde los mayores son activos participantes y protagonistas en su medio.
Esta obra del pintor vienés Gustave Klimt y la mencionada Teoría del Desapego, muestran la tercera edad de la mujer como una época oscura, triste, sin vitalidad, de soledad y aislamiento, asocian el envejecimiento al deterioro, a lo trágico y desgraciado, al desapego y a la ruptura, a las fuerzas de la naturaleza poderosas y destructivas.
La pintura es el resultado de lo que el imaginario colectivo consideraba respecto de las mujeres, relegadas a lo reproductivo y al hogar. La pérdida de la fecundidad en la mujer y de la producción laboral, profesional en el varón hacen de esta etapa algo menospreciado por la sociedad y temido, ya que, sin el aprecio que su comunidad pueda otorgarle, las personas se sienten desechables y con dificultades para sostener su supervivencia.
Estos prejuicios, ideas preconcebidas de lo que será nuestra vida si continúa muchos años, condicionaban fuertemente las fantasías, las formas de vestirse y comportarse, la organización de la vida cotidiana y la administración del tiempo de los mayores que llegaban a sus 60 años a comienzos o mediados del siglo pasado. Hoy vemos cada vez más personas de 80 y 90 enroladas en programas de tipo social o recreativo, realizando actividad física y colaborando en la vida familiar.
Muchas disciplinas con sus aportes a través de los medios de difusión contribuyen a estos cambios. La psicogerontología tiene un lugar cada vez más eficaz brindando fundamentación y programación preventiva. Los que denominamos factores protectores para envejecer saludablemente tienen su eje en el ser creativo, buscando permanentemente nuevas respuestas a los problemas que se nos plantean.
Sabemos hoy que aquello que planificamos y proyectamos en el curso de nuestras vidas ejerce influencia en nuestra biología y en lo social.
Los factores protectores para el envejecimiento dan cuenta de un psiquismo flexible, de un ser dispuesto a ir en busca de los cambios, de integrar lo nuevo, de entender las dificultades que se presentan como una oportunidad de crecimiento, de salir fortalecido de los duelos, de ensayar nuevas soluciones a pesar de la incertidumbre que ello produzca, de valorar lo que proviene de la emoción y el sentimiento profundo para proyectarse al futuro en su quehacer con otros.