Hoy se nos ha ido nuestro querido cascarrabias, el Dr. Xabier Añoveros Trias de Bes, después de luchar de manera valiente contra las diversas patologías que se le fueron presentando los últimos años y que mermaron significativamente su calidad de vida, aunque no su sentido del humor, su hambre de conocimiento y su indomable espíritu navarro.
Desde los 5 años vivió en Barcelona, donde estudió y ejerció como abogado y como profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad de Barcelona.
Era un tipo fantástico, gran amigo de sus amigos, cascarrabias irredento, lo cual era motivo de bromas entre sus amigos, que procurábamos provocarlo con comentarios y pullas para ver cómo saltaba tratando de poner siempre el punto sobre las ies, pero al mismo tiempo se tomaba con enorme deportividad esos comentarios y seguía el juego de manera divertida. Era imposible no querer a Xabier.
Cuando te contaba cómo en sus años mozos corría los Sanfermines o cómo llevaba su odio al ajo o a la cebolla a cotas impensables para cualquier otro ser humano que no fuera él o cómo te podía estar hablando de manera vehemente de San Francisco Javier, del Quijote o de Cela, disfrutando tanto él como contador y nosotros como oyentes al oír el apasionamiento y el conocimiento enciclopédico con el que abordaba cada tema, sabías que estabas ante un ser humano irrepetible.
Era una persona cultísima, con cuatro doctorados en diversas disciplinas, y la muerte le sorprendió preparando el quinto.
Era también un periquito destacado. Fue consejero del RCD Español y llevaba a ese equipo en el corazón. En su juventud hizo también sus pinitos como futbolista.
Español y patriota hasta la médula, miembro de honor de la asociación de amigos de la Guardia Civil y belenista destacado. Había que ver sus belenes, que le llevaban varios meses de preparación y que eran auténticas obras de arte, donde había, desde la sede del PP, el partido al que pertenecía y que defendía a capa y espada, la sucursal de La Caixa, de donde fue consejero de una de sus empresas, la sede de la Real Academia Europea de Doctores, de la que era vicepresidente, o su creación más famosa, “el infierno” a donde mandaba cada año a aquellos que en su opinión habían cometido tropelías contra España o contra algún amigo suyo.
Era también, seguramente, el mayor coleccionista del mundo de “caganers”. Los tenía clasificados, estructurados por categorías y perfectamente identificados.
Compartí con Xabier muchas horas de charla y muchos viajes. Aún recuerdo uno a México, a donde fuimos invitados junto al Dr. Alfredo Rocafort y al Dr. Jordi Martí a dar unas conferencias y en donde las anécdotas que vivimos con él de protagonista darían para escribir un libro.
La última intervención científica en la que coincidimos fue en octubre del año pasado, en su entrada como académico de la Academia de Ciencias, Ingeniería y Humanidades de Lanzarote, y a pesar de que su salud estaba ya muy resentida, el brillo de sus ojos cuando leía su discurso de entrada compensaba el profundo cansancio que le ocasionaba su enfermedad. Le vimos disfrutar como siempre hacia cuando preparaba y exponía un texto académico y protestar, como era de esperar, porque si no, no sería Xabier, cuando en la cena le sirvieron algo que era diferente a lo que el había supuesto por el nombre del plato que había escogido.
Era un maestro del rigor de la palabra y del uso correcto del idioma y se enfrascaba en discusiones eternas con quien fuera para defender el uso correcto o incorrecto de un vocablo. Así era mi amigo Xabier y en cada uno de esos momentos y de tantos otros que guardo en mi memoria, disfruté enormemente y me di cuenta desde que le conocí en el año 2016 que detrás de aquel gruñón cascarrabias había un maravilloso ser humano, un ser bondadoso, incapaz de hacer daño a nadie y que se hacía querer por todos los que tuvimos la suerte de tratarle y al que ya estamos echando de menos.
En esta breve reseña, desde la profunda tristeza que me embarga por la pérdida de alguien tan querido y desde el recuerdo imborrable que su amistad y su sonrisa de niño travieso dejará en todos aquellos que tuvimos la suerte de tenerlo como amigo, quiero enviar mis condolencias a sus hijos, a los que adoraba, y a María, su compañera y su apoyo de estos últimos años.
Descansa en paz, querido amigo y, como dicen nuestros amigos de Iberoamérica, que haya paz en tu tumba y que tu viaje al lugar que como creyente has emprendido, te permita disfrutar de la compañía de San Francisco Javier, al que tantas horas de estudio dedicaste y del que tan devoto te declarabas.