La imagen que ilustra este artículo es un fragmento de la Creación del Mundo realizado por Miguel Ángel de 1508 a 1512, alegoría de lo narrado en el Génesis. Es uno de los nueve cuadros centrales del techo de la Capilla Sixtina que muestra a Adán recostado sobre la tierra, en postura relajada con su brazo extendido acercando la mano a la del Creador. Yavé está rodeado por un manto que cubre a los ángeles, su perfil, vigoroso, la barba y los cabellos en movimiento, su dedo índice casi tocando el de Adán, transmitiéndole vida y fuerza espiritual.
La obra da cuenta de cómo se consideraba al anciano en el Renacimiento, un ser pleno de sabiduríay bondad equiparado a la representación de Dios.
Que Dios fuera representado como un anciano coincide con el carácter sagrado de los inicios de la vida, una etapa llena de misterios que el hombre ha ido explicando por medio de mitos, de investigaciones científicas y de múltiples y variados ensayos. Que fuera representado como varón es afín con la instalación del patriarcado.
La gran cantidad de obras que instauran la imagen de Dios Creador como un anciano idealizan en gran medida al viejo. Van en consonancia con lo que dicen los diccionarios más antiguos: ¨El término anciano es la expresión poética para nombrar a Dios, la expresión para indicar que es anterior a todo y que está investido de sabiduría y benignidad. Es el que tiene el saber sobre los orígenes¨ (Citado en Literatura judeo española VII, Méjico DF, 1950, pág 347-348)
El diccionario etimológico de J. Corominas dice que proviene del antiguo adverbio romance anzi y éste del latín ante.
En los renacentistas, y hasta el siglo XVIII, se reitera la imagen de Dios como un anciano y se utiliza también la imagen de un viejo para representar hombres importantes de la sociedad. Pueden ser estos los antiguos líderes de la historia hebrea, o personajes contemporáneos a los artistas que protagonizaban hechos significativos. Generalmente los donantes encargaban la obra, la pagaban y pedían también ser representados en ella. Siendo fieles al patriarcado, las imágenes de varones en un lugar de autoridad son muy recurrentes.
En los siglos XV y XVI la imagen de un anciano sintetizaba, en forma privilegiada, aquello que querían lograr: hacer renacer lo antiguo, traerlo de nuevo a la conciencia, recrearlo. La imagen del viejo concentraba esta valoración de lo antiguo, quedó asociada a la sabiduría, al conocimiento, a la ley y a los valores más encomiables. El varón anciano y la sabiduría quedan fundidos, consolidados a través de los siglos por la reiteración de un viejo en el lugar de Dios, o representando a los grandes líderes de la comunidad.
Los textos bíblicos contribuyeron a la instauración de lo masculino como predominante. Sin embargo, hay indicios en estos mismos textos de que hubo un tiempo de la diosa: período de hominización. La alusión a la Sabiduría en Proverbios podemos interpretarla como vestigios del tiempo de la diosa. Allí, en los albores de la humanidad, en la prehistoria, durante el paleolítico y el neolítico era ella, la que daba la vida, la que ejercía el predominio. Hoy, en el siglo XXI lo femenino está tomando particular predominancia.
Con la revolución tecnológica que comienza a producirse en el siglo XIX, la mirada de la sociedad apunta decididamente hacia el porvenir, no hacia los orígenes o la tradición. El anciano y su idealización no están ya vigentes. El lugar sagrado que las civilizaciones daban al mayor se desdibuja en una sociedad en permanente cambio. Sin embargo, el anciano como Dios permanece en el imaginario colectivo.
En los siglos XIX, XX y XXI lo religioso deja de ser tema recurrente en la pintura. Las pinturas de estos siglos empiezan a mostrar la figura del mayor apenada y en un lugar de minusvalía.
Sobre el autor:
Carmen de Grado
Carmen de Grado es Licenciada en Psicología, Máster en Psicogerontología, ex docente en la Universidad Maimónides de Buenos Aires (Argentina) y actualmente en el Instituto Iberoamericano de Ciencias del Envejecimiento (INICIEN).