El lugar sagrado que las civilizaciones daban al mayor se desdibuja en una sociedad en permanente cambio. Sin embargo, el anciano como Dios permanece en el imaginario colectivo. En los siglos XIX, XX y XXI lo religioso deja de ser tema recurrente en la pintura. No obstante, la representación de un anciano barbudo en los cielos sigue siendo arquetípica.
El ruiseñor de Rene Magritte (1962, óleo sobre lienzo de 116x89 cm, Bruselas) vale de ejemplo. En esta pintura se ve al anciano Dios como expresión de lo absoluto y eternamente inamovible. Reforzado esto por la rapidez del tren que pasa por el plano inferior en representación de lo breve y efímero, aquello que, como el ruiseñor, no detiene el movimiento de sus alas, ni permanece estático. Cambia la concepción de tiempo como algo estático. Lo efímero de la vida y la expresión de subjetividad de los artistas cobrará cada vez más fuerza en la expresión artística.
En una época, el arte despertaba la contemplación de los espectadores, son obras que permanecen por siglos y siguen siendo admiradas. Hoy ya sin el 'aura' de otros tiempos, la obra invita a la participación. Muchas de ellas son instalaciones con sensores que ante la presencia de quien las observa reaccionan produciendo ciertos efectos de luz, sonido, olores, etc. Otras son una provocación a nuestro ánimo despertando diferentes sensaciones de sorpresa, incomodidad o molestia. Otras, como las realizadas en arena a la orilla del mar, se destruyen en un corto tiempo.
Si bien el arquetipo del anciano sabio persiste, el mayor actual no busca ser un ejemplo inamovible, infalible a seguir, sino aquel que busca, junto con los jóvenes, nuevas respuestas a un mundo que le plantea encrucijadas. Más que una figura apacible en los cielos, un mayor que dispone de factores protectores de envejecimiento se anima a la aventura de recrear el mundo en el que vive y de compartir esta experiencia activamente con las generaciones jóvenes. Para ello se torna cada vez más flexible, buscando tener una visión abierta a lo diverso y plural.
Vemos entonces una analogía entre el arte hoy y la población de mayores. La flexibilidad en la concepción de qué es arte en nuestro tiempo implica pluralidad, aventura, juego. La persona mayor que continuará viviendo probablemente muchos años después de su etapa de trabajo necesita buscar también una senda abierta a lo flexible, lo plural, lo creativo, de juego y aventura.
Sobre el autor:
Carmen de Grado
Carmen de Grado es Licenciada en Psicología, Máster en Psicogerontología, ex docente en la Universidad Maimónides de Buenos Aires (Argentina) y actualmente en el Instituto Iberoamericano de Ciencias del Envejecimiento (INICIEN).