Joaquín Ramos López
Joaquín Ramos López es abogado, vicepresidente de la Comisión Séniors del Ilustre Colegio de la Abogacía de Barcelona (ICAB) y autor del blog Mi rincón de expresión.
… saber más sobre el autorLunes 11 de diciembre de 2023
4 minutos
Va para cincuenta años que aquí nos dijeron que vivir en Democracia significaba gozar del derecho fundamental de ser libres e iguales. Que la seguridad requerida para su garantía no se vería afectada, a cambio no más allá de un precio justificado y asumible.
Sendas conclusiones eran aseguradas por la experiencia de comunidades humanas ya consideradas democráticas tiempo ha. También, la totalidad de manifiestos y protocolos políticos que se han dado en el mundo, citan con cierta pompa el crédito de la libertad.
Reflexiones como “mi libertad termina donde empieza la tuya” muy estimadas por todos y lamentablemente en vía del olvido general, nos han hecho de la ilusión y su primer disfrute, ensoñaciones de un tiempo pasado.
La aspirada libertad, recantada y exhibida machaconamente por doquier, se ha ido diluyendo y más bien se está quedando en “in lio témpore”, es decir, transitoriamente, o en una alargada transición, tenue ya y en preocupante liquidación.
No me negarán que las cámaras de seguridad están hoy a la orden del día. Ayer conté cinco dentro de un autobús urbano. Quedan ya pocos locales comerciales, centros deportivos y de entretenimiento, oficinas, edificios públicos y, en privados, están “in crescendo” en conserjerías y pisos. Yo mismo las tengo en casa.
¿Por qué habrá ese afán de instalar cámaras en todas partes? Sin duda, las empresas instaladoras y las compañías de seguros y sociedades dedicadas a la seguridad en general tienen respuestas -y beneficios importantes- de muchos clientes y sus motivos individuales para avanzar con éxito en la siembra de aparatos y servicios de protección por toda España.
Indudablemente, por INSEGURIDAD. Esa es su función y con ella tratar de disuadirla y/o facilitar la corrección merecida al infractor grabado, como herramienta de apoyo a jueces y policías.
La falta de seguridad constriñe la libertad, la de quien es asaltado y la del que es obligado, con amaño, engaño o dolo, directa o indirectamente, a hacer y tener lo que no es razonable, justo, debido o consecuente.
Y también se actúa contra la libertad -de elegir, de confiar- si el que nos debe responder, aclarar, facilitar, enseñar lo que se necesita saber, nos ignora, se despreocupa, o no respeta lo que nos suponía una apuesta de esperanza fiable.
Las cámaras de la calle, esas que nos vigilan a todos, en todas partes y a las que hemos cedido una buena dosis de nuestra libertad individual y colectiva, se han convertido en ventanillas de denuncia del comportamiento y la desmesura de una actividad ciudadana conflictiva, malcarada, ofensiva, dando testimonio de la lamentable indefensión del común de los ciudadanos.
Veía yo hace apenas unos días en una grabación como unos malhechores atracadores placaban física y agresivamente a un turista extranjero para robarle un reloj o una cartera, a plena luz del día y en presencia de la gente.
Sabemos por la prensa que el incremento de robos urbanos, en calles, transporte público y viviendas, crece sin parar. Y todo eso sin paliativos de tipo alguno; en el mínimo de casos solo una toma de razón policial y un atestado judicial sin apenas consecuencias.
La inseguridad sentida en nuestros días justifica deplorar cualquier ideología política que rija los servicios públicos. Resulta apático ver la ocupación ilegal de la propiedad inmobiliaria, el retraso de los trenes, las listas de espera sanitarias, las colas bancarias, las subvenciones injustificadas, el atropello urbano y tantas cosas.
Es muy normal que la gente converse a diario sobre acontecimientos públicos, que nos afectan a todos, catalogando inseguridades varias. Porque lo que no funciona pudiendo arreglarse produce rechazo y miedo, y el ciudadano se enrarece.
Así, se critica y piden soluciones para enmendar lo que se conoce como: inseguridad jurídica (eterna espera de sentencias), económica (incremento de precios) laboral (empleo irregular y salarios) financiera (alza de tipos de interés solo para créditos) política (alboroto, rencor, granujería electoral) fiscal (dureza impositiva)... En definitiva, estamos instalados en una libertad empobrecida de inseguridad democrática y social.