Joaquín Ramos López
Joaquín Ramos López es abogado, vicepresidente de la Comisión Séniors del Ilustre Colegio de la Abogacía de Barcelona (ICAB) y autor del blog Mi rincón de expresión.
… saber más sobre el autorMiércoles 16 de junio de 2021
3 minutos
Miércoles 16 de junio de 2021
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Los exámenes de fin de curso suponen el último empeño en el estudio y preparación de las materias cursadas durante los nueve o diez meses anteriores, al tener que demostrar su aprovechamiento y dejar acreditada la capacidad de seguir adelante.
En el ambiente escolar y universitario junio es un mes relevante. Me atrevo a decir que para una mayoría de estudiantes puede ser incluso ingrato. Y también ha de ser el feliz final de un esfuerzo.
Siempre habrá quiénes se mofen de la preocupación que suele suponer pasar los exámenes favorablemente, bien por saberse ya aprobados, bien, por contra, haber renunciado a superarlos.
Aunque creo que todos sentirán -o hemos sentido- algún tipo de ronroneo intestinal a propósito de encararlos.
Estas pruebas escolares que atañen a todos los estudiantes, tanto en la enseñanza obligatoria como en la superior, son las primeras que plantean a los niños y jóvenes la demostración por sí mismos del saber instruido. Y serán preámbulo de las que deberán seguir sorteando en su preparación cultural y profesional futuras.
Pasada la primera infancia, donde la protección necesaria de padres y educadores debe ofrecer garantía plena de superación formativa humana, queda para en adelante el ejercicio de la responsabilidad personal y su validación por los exámenes.
Cada individuo debe aplicarse al estudio en la medida precisa de dedicación que su circunstancia personal requiera. Las calificaciones positivas de los exámenes significan el premio al esfuerzo dedicado a su logro. En su defecto, la no superación de los exámenes y hasta el abandono escolar, serán penalidades lamentables.
Pruebas, tests, exámenes, oposiciones, estarán presumiblemente presentes en la consecución de títulos, nombramientos, puestos de trabajo, licencias y permisos diversos que, también por sí mismos, deberán superarse en la escala deseada de mejoras y promociones.
Las características de la vida personal de nuestros días, considerando al individuo, su familia, su grupo social, su origen y residencia, con su cultura, su idioma y estima de valores tradicionales, producen un complejo entramado de posiciones y sentimientos que, para mí, no ayudan precisamente a la conjunción de la mejor relación estudio-esfuerzo-resultado con que los exámenes han de probar el deseable nivel educativo generacional.
Asistimos a una sinrazón de comportamientos de extensa factura. Familias que cuestionan la función escolar de maestros y, aún peor, ignoran su responsabilidad de educar debidamente a sus hijos. Profesores que aprovechan su magisterio para inculcar en sus alumnos ideas morales, políticas y de clase no incluidas en los programas escolares ni consensuadas con los progenitores.
Autoridades que se niegan a estimar como valor supremo universal la Educación no promoviendo pactos políticos y leyes que unifiquen estudios, racionalicen programas, propongan textos escolares comunes y neutros. Y contrariamente apoyan barra libre para superar cursos con asignaturas suspendidas y hasta consienten acceder a la Universidad sin haber superado el Bachillerato.
Es clamorosa la eventualidad de muchos educadores que tardan años en consolidar las plazas de profesor en Escuelas, Institutos y Universidades, restando motivación a su vocación profesional. Lamentable resulta que no puedan cubrirse plazas de concurso-traslado por exigirse conocer el idioma local en detrimento del nacional, incluso incumpliendo las leyes que lo regula.
Resulta inapropiado y hasta absurdo “regalar” Becas escolares a alumnos que han suspendido asignaturas, puesto que ese premio es justamente la recompensa merecida por los estudiantes mejores, por capacidad o por esfuerzo, es decir, por su mérito.
Y qué podemos decir de la calidad alcanzada en el rendimiento estudiantil, la eficacia última de la escolaridad obligatoria y el abandono de todo interés formativo o el aprendizaje profesional. De esto me ocuparé en otra ocasión. Hoy toca felicitar a los buenos estudiantes y desearles cordialmente disfruten de sus merecidas vacaciones.