Joaquín Ramos López
Joaquín Ramos López es abogado, vicepresidente de la Comisión Séniors del Ilustre Colegio de la Abogacía de Barcelona (ICAB) y autor del blog Mi rincón de expresión.
… saber más sobre el autorMiércoles 8 de enero de 2025
3 minutos
El beneficio de las nuevas tecnologías y su baratura de uso, propician que las gentes, unas enviando al baúl de los recuerdos los benditos christmas y otras iniciándose en expresar venturas a sus queridos próximos, multipliquen infinitamente sus relaciones.
La llegada de nuevas denominaciones para socializar estas tradicionales fechas, a la moda de lo insulso, y desde un tiempo de preferencias por el protagonismo individual, hace bueno tener más contactos personales estos días y participar de felices eventos.
Es entonces cuando, si nos detenemos a considerarlo, podremos apreciar mejor que el resto del año y quizás por su excelencia de trato especial, cómo nos jaleamos ahora los unos con los otros.
Y eso está bien. Porque las personas necesitamos sentir y transmitir que no somos tan poco considerados con nuestros semejantes como solemos hacer a diario. Qué caramba; que es sano querer al prójimo.
Por ello, desempolvamos algunos gestos. Que no solo se trata de gesticular, comunicándonos de un modo más manifiesto y cordial, no. Son (p.e.) el hacer esa llamada telefónica largamente esperada, silenciada durante meses con la mordaza de los wasap.
Es ese “pasaba por aquí” y he entrado a saludarte después de tanto tiempo. También recrear de algún modo un acto inolvidable, una experiencia feliz pasada. Quizás dar las gracias por un aprecio o pedir perdón por una trastada, que no recordamos haber cumplido.
Sí, verdaderos gestos de cordialidad, de respeto y sincera amistad, más allá de los rituales mundanos, formales e impostados. Esos que te dejan un regusto especial en el ánimo. Esa reacción que no contabas y la saboreas con una mueca labial húmeda de placer.
De hace tiempo, tengo por costumbre felicitar la Navidad a mis allegados de todo orden, con un breve y socorrido mensaje para la ocasión al pie de una fotografía reciente en compañía de mi esposa.
En este año, por haberlo hecho en el anterior conmigo un buen amigo, decidí que la fotografía fuese de toda mi familia; sentía necesidad de reafirmarme en la principal institución a la que me debo.
Y he tenido la maravillosa sorpresa de una sucesión de regustos. He recibido un montón de fotografías de familias enteras de parientes, y de varios amigos y compañeros, algunas inmensas, otras memorables, todas cariñosas.
Lo más importante, amigo lector, lo mejor, es ver y volver a mirar cómo los gestos de felicidad registrados por las cámaras fotográficas dan fe de que pervive el sentido y valor de la familia.
Que no es verdad que esté de caída, que seguimos siendo la base de la relación y soporte humanos. Que por mucho que la solivianten algunos, su fortaleza reside en la lógica natural y moral de nuestra supervivencia.
Pido sinceramente que los Reyes Magos, en los que niños y mayores creyentes siempre hemos depositado la ilusión de obtener los deseados favores para seguir teniendo un disfrute mejor de la vida, también se acuerden de todos ustedes.
Si por algún tipo de error informático o tecnológico, les llega carbón, que sea de azúcar, pues por eso de la descarbonización y el buenismo fatalista que nos exprime, negro lo tienen SS Majestades.