Juan Domingo Gispert
Juan Domingo Gispert es doctor y responsable del Grupo de Investigación en Neuroimagen del Barcelonaβeta Brain Research Center, del centro de la Fundación Pasqual Maragall.
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Martes 2 de marzo de 2021
4 minutos
Martes 2 de marzo de 2021
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El cerebro es un órgano de difícil acceso. Cuando se estudian procesos patológicos en otros órganos, es frecuente realizar biopsias u otras técnicas para obtener muestras biológicas. Esto es prácticamente imposible en el cerebro, lo que dificulta mucho su investigación. Los científicos que nos dedicamos al estudio de las enfermedades neurodegenerativas, y en concreto, al Alzheimer, usamos las técnicas de neuroimagen para poder averiguar, en directo, qué sucede en este órgano.
La neuroimagen ha contribuido enormemente a entender el Alzheimer y a evaluar la respuesta a nuevos tratamientos. La técnica de Tomografía por Emisión de Positrones (PET, por sus siglas en inglés) nos permite evaluar la propagación en el cerebro de alteraciones en las dos principales proteínas vinculadas a la enfermedad: la proteína beta-amiloide y la proteína tau. Sabemos, por ejemplo, que las placas de beta-amiloide pueden estar presentes de forma completamente silente, durante décadas antes de la aparición de síntomas clínicos como la pérdida de memoria. En cambio, los acúmulos de proteína tau en ciertas regiones cerebrales predicen de forma muy fiable la neurodegeneración y el declive cognitivo a corto plazo a través de mecanismos que aún no comprendemos completamente.
En los últimos años, hemos liderado estudios de neuroimagen que muestran una asociación entre niveles altos de amiloide cerebral con neurodegeneración, sin mediar el concurso de las alteraciones en tau. Este nuevo mecanismo, independiente de tau, sugeriría que la eliminación de las placas de beta-amiloides en etapas preclínicas podría tener un efecto protector sobre la neurodegeneración, además de evitar la propagación en el cerebro de tau.
Actualmente se están realizando grandes esfuerzos para desarrollar fármacos que eliminen del cerebro los cúmulos anormales de las proteínas beta amiloide y tau. En estos ensayos, las técnicas de neuroimagen juegan un papel central, ya que permiten evaluar el correcto funcionamiento de los medicamentos y manejar los posibles efectos secundarios. Por ahora, los resultados que se están obteniendo son prometedores, y su debida aprobación sería una gran noticia para millones de personas con Alzheimer, sus familias y todos los que nos dedicamos a este ámbito.
Otra forma de luchar contra la enfermedad es mediante la prevención. Sabemos que hasta un 40% de los casos de Alzheimer se podría prevenir mediante el control de factores como son un bajo nivel educativo, la hipertensión, las dificultades auditivas, ser fumador, la obesidad, la depresión, la inactividad física, la diabetes o un bajo nivel de interacción social.
En cuanto a esta línea última de investigación, existen proyectos en todo el mundo que combinan la neuroimagen con el análisis de los factores de riesgo de la enfermedad. Recientemente, el Centro de Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) lideró un estudio, en el que participamos, en el cual estudiamos cómo los principales factores de riesgo cardiovascular afectan al metabolismo cerebral en personas sanas de mediana edad. Nuestra sorpresa fue constatar que, en estas personas sanas, aquéllas con mayor nivel de riesgo cardiovascular presentaban una reducción del consumo de glucosa en las mismas áreas en las que esperaríamos verlo en personas con Alzheimer. Si bien la reducción del metabolismo era más sutil que la que se observa en la enfermedad, este resultado podría significar que factores controlables como la hipertensión debilitarían al cerebro para luchar contra los efectos del Alzheimer. También, que existe un estrecho vínculo entre la salud del corazón y el Alzheimer décadas antes de que se den los primeros síntomas de las enfermedades cardiovasculares y neurodegenerativas.
Hallazgos científicos como los aquí presentados reafirman la necesidad de seguir apostando e invirtiendo en la investigación en prevención del Alzheimer utilizando técnicas de neuroimagen. Por el momento, todo parece apuntar a que una vez iniciado el proceso neurodegenerativo es demasiado tarde para frenarlo. En cualquier caso, ¿por qué esperar a intervenir cuando se presenten los primeros síntomas? Sin duda, sería mejor prevenir su aparición cuando aún no se ha producido un daño cerebral irreparable.
Juan Domingo Gispert es doctor y responsable del Grupo de Investigación en Neuroimagen del Barcelonaβeta Brain Research Center, del centro de la Fundación Pasqual Maragall.