Hay cosas que no cambian; cierto que siempre has sido un poco aprensivo, pero ahora, porque tienes más de sesenta años… pues ahora tienes un bulto y ya piensas que tienes cáncer.
Mira, en la historia de la Medicina hay miles de enfermedades que se manifiestan con un bulto, más o menos tres o cuatro mil; pues tú, que de Medicina lo máximo que sabes es leer el prospecto, estás seguro de que tienes cáncer y que te vas a morir. Pero no dentro de un año o dos, ¡no, hombre, no!, mañana, justo mañana.
Y, además, como te molan los dramas, ¿qué haces?; pues si tienes pareja le dices señalando el bulto: "¿No notas que tengo algo aquí?". Y si lo toca y te dice: "Pues no, no noto nada", entonces a dar la vara: "Toca, toca".
Total, que al cabo de una semana toda tu familia te ha manoseado el bulto menos quien tiene que hacerlo: el médico. Pero como ya estás en total paranoia no quieres ir para que te mire, porque estás empeñado en que te va a decir: "lLe quedan dos meses". Y, además, estás convencido de que no va a ser una muerte normal, no; tú, que te crees especial, estás seguro de que va a ser la peor muerte del mundo desde la invención del helado, y de ahí no hay quien te apee.
Así que un día, allá vas, medio temblando, notando tus pisadas, inseguro y con frío en el cuerpo porque, según tú, "es el último paseo". Te sientas en la consulta y, cuando entras, con una cara de esquela que no puedes con ella, le dices en voz baja: "Es que tengo un bulto". Te desabrochas la camisa, el experto en bultages te examina, y en menos de un minuto te dice: "Nada, la típica grasilla acumulada por la edad, nada importante. Va a tomar estas pastillas y en tres días, listo. ¡Ah!, y no lo toque, no lo toque". "¿Qué?", dices susurrando, aunque lo has oído perfectamente mientras vas recordando todas las manos de tus vecinos. "Que no lo toque". "¡Vale, gracias doctor!".
Y cuando llegas a casa y te preguntan, respondes: "Nada, una grasilla", que lo dices como con tristeza, con desdicha o incluso con cierta nostalgia de un buen entierro, que así eres de bruto.
Entonces, tras oírte, él o ella, que es un santo o una santa, contesta: "A ver...", se acerca, y… "pues sí que parece que...". Y ahí, en ese momento y no en otro, después de soportarte casi dos meses, sueltas un megaestratosférico grito que la dejas sorda: "¡Que no lo toques!, ¡No lo toques!".
De cáncer no mueres, eso tenlo por seguro, pero que todo Dios piensa que mejor que la patees hoy que mañana, que no te quepa la menor duda, que llevas unos meses..., tela, tela.
Del libro ¿Se es viejo a los 60?, tás de coña? (Amazon).