Miguel Ángel Martínez Coello
Miguel Ángel Martínez Coello, alumno de los PUM de la Universidad de Vigo Campus de Ourense y Responsable de Prensa y Comunicaciones de FEGAUS.
… saber más sobre el autor
Miércoles 12 de mayo de 2021
ACTUALIZADO : Miércoles 12 de mayo de 2021 a las 14:39 H
4 minutos
Miércoles 12 de mayo de 2021
4 minutos
Aunque nos asombre la imagen, sí… es la catedral de Reims, joya del gótico del S XIII, poco después de que los alemanes la incendiaron el 19 de septiembre de 1914 a las cuatro de la tarde, recién inaugurada la 1ª Guerra Mundial.
El lector se preguntará; ¿Qué tiene que ver la soledad con esta imagen tenebrosa? Pues bien; lo que la imagen nos enseña es lo que casi nunca deseamos ver y tratamos siempre de ocultar. Las consecuencias que acarrea el no querer ver el mal y hacerse el “longuis” ante cualquier problema.
Siempre nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena y nadie escucha la advertencia de la voz de alarma… ¡Que viene el lobo!, hasta que caen los rayos y tenemos el lobo delante. Esto viene a cuento y nunca mejor dicho que a poco que observemos nuestro entorno actual nos daremos cuenta de lo que de verdad está pasando.
Hace unos días acudí a mi cita al recinto habilitado para la vacunación correspondiente contra el Covid-19 en mi ciudad. Nada más llegar observé como una inmensa caravana de coches ocupados por una o dos personas “mayores” iban aparcando en las inmediaciones.
Observaba con asombro cómo iban descendiendo de sus vehículos personas de aspecto “gris”, sin expresión en su mirada, muchos arrastrando los pies como si se les hubiera olvidado caminar que en silencio se incorporaban a la masa humana en busca de la vacuna obligatoria que remediase milagrosamente el mal que no tenían.
La cosa no acabó con aquella “visión zombi”… Observé cómo una mujer se acercaba a un celador diciéndole que al día siguiente le tocaría a ella vacunarse pero que como tenía “graves patologías previas” su médico de cabecera le aconsejó que lo consultase antes con el médico que le correspondiese en el centro de vacunación.
A medida que accedía al lugar de vacunación, en columna paralela, observé como la citada señora explicaba a un “alguien”, que en su espalda lleva el cartel de “Médico” apostado como en la barra de un bar en el puesto de información y que parecía escuchar a la señora sus lamentos… Hasta que observé que la mujer que se alejaba llorando. No pude contenerme y le pregunté lo que había pasado, y que desconsolada me relató: Me dijo que hiciera lo que me diera la gana… Que él no tenía que aconsejar nada a nadie y que estaba allí para otras “cosas más importantes”.
Este es un ejemplo real de las causas reales que originan el mal y que siempre pasado un tiempo tratamos de olvidar y que nunca tratamos de ponerle remedio. Así el problema sigue avanzando hasta que ya no hay vuelta atrás.
Sí, claro que hay “algunos cánceres” que se curan y algunas catedrales que se restauran pero… ¿Volverán a ser las mismas?... Jamás.
Ante este ejemplo tenemos que necesariamente pensar que lo peligroso de la soledad es que es el resultado, no el problema.
Para resolver un problema hay que conocer el enunciado o lo que es lo mismo, las causas, y una vez razonado se busca la solución que da la respuesta al mismo por medio de un resultado.
Eso es lo que hay, el estudio de las causas que provocan el mal hay que atacarlas de raíz si se quiere evitar esa “soledad no deseada” y si por el contrario no atacamos al problema nos añadiremos al “mundo zombi” en el que mucha gente sin saberlo, está ya inmerso.
El regreso es muy difícil, por no decir imposible.
FOTOGRAFÍAS: REIMS - CATHEDRALE INCENDIEÉE PAR LES ALLEMANDS. CPA Tarjetas Postales de la época, propiedad del autor del artículo