Nunca antes en la historia de la humanidad teníamos tantas personas mayores en el planeta, especialmente en los países más desarrollados.
Los demógrafos coinciden en estas afirmaciones:
- La esperanza de vida al nacer se ha incrementado en el plano global.
- Las poblaciones también están envejeciendo, puesto que cada vez son más amplias las franjas demográficas de mayor edad.
- Los descensos de la fecundidad son drásticos y, en consecuencia. ya no hay individuos que puedan cuidar a los mayores. Muchas sociedades se basan para ello en el apoyo proporcionado por las familias.
No obstante, podemos afirmar que las dificultades que se presentan hoy por tener una población envejecida cuentan con cuestiones de nuestro tiempo que ayudan a resolverlas. El desafío consiste en buscar e ir descubriendo esas cuestiones tempranamente a lo largo del curso de la vida. Aparecen en todo el espectro biopsicosocial. El que aquí nos interesa es el psicogerontológico pensándolo como un campo interdisciplinario, en este caso vinculado con la experiencia estética.
Reflexionaremos aquí sobre aquellos aportes que el arte proporciona.
En todas sus expresiones, lo sensorio es lo central. Sea la expresión artística que fuere, música, pintura, escultura, arquitectura, cine, fotografía, danza, lo sensorial va a ser el ingrediente fundamental.
Lo sensorio es lo desarrollado en nuestro cerebro desde el comienzo de la vida. Desde el vientre materno recibimos estímulos de tipo sensorio auditivo. Un bebé al nacer reacciona diferente ante una música que ha escuchado ya en el seno materno y una desconocida por él. Lo visual, una parte sensoria privilegiada en el ser humano, se completa en el primer año de vida. No lo simbólico, no lo motriz, no el lenguaje que le llevará tiempo desarrollar. Lo visual será necesario para vincularse con las personas significativas que completarán su sistema nervioso incompleto al nacer. Necesitará también los aportes de lo olfativo, cinestésico, auditivo, gustativo y de la progresiva complejidad integradora emocional. Emocional que lleva a la moción, movimiento.
Lo sensorial está profundamente ligado a lo emocional. Lo que percibimos por nuestros sentidos nos afecta emocionalmente y esel área emocional será de especial cuidado en un proceso de envejecimiento. Freud decía: "El hombre muere por sus conflictos internos".
En este nuevo paradigma de complejidad e incertidumbre en el que nos movemos, pondremos el foco en esta característica del arte de afectar nuestro ser profundo ligado a lo sensorio emocional que se gesta en el cerebro antiguo o límbico.
El arte nos brinda una experiencia estética. Veamos esta en un sentido amplio, tanto con la obra genial de los grandes museos como con aquella que se nos presenta en nuestra vida cotidiana: el arte callejero, un objeto de diseño que utilizamos diariamente (ready made), el body art, etc.
La primera, la obra genial, despierta en nosotros admiración, deseos de contemplarla, brinda información sobre hechos muy significativos del pasado y nos contacta con la armonía, la proporción y la belleza.
La obra efímera puede durar solamente unas horas, como las realizadas en la arena, o aquellas construidas con un instructivo para su exposición. Hay otras que no consideran destreza alguna, sino la expresión de una idea; otras, se apartan de la armonía, proporción y belleza que tradicionalmente tenemos asociadas al arte. Todo ello ha llevado a los filósofos que piensan el arte a decir que ha muerto o a redefinirlo.
Revisar la definición de qué es el arte conduce a grandes cambios en la forma de concebir nuestra capacidad de crear y recrear el mundo y a la comprensión de que, debido a esos vertiginosos cambios, la sociedad se ha transformado radicalmente.
Crear mundo hoy significa que no hay rincón del planeta en que el quehacer humano no haya intervenido. Hasta el aire que respiramos en los lugares más remotos está afectado por la acción humana. Para bien o para mal hemos transformado nuestro planeta en un lugar donde es difícil vivir, aun cuando hayamos creado también obras formidables y otras que, sin serlo tanto, colaboran a una mejor existencia, con más bienestar y posibilidades de adquirir conocimientos. Por de pronto vivir muchos años puede considerarse como uno de los logros de la humanidad. Se trata de vivirlos felizmente. Buscamos, por lo tanto, una cuota de regocijo en la existencia que nos haga sentir que prolongarla valía la pena.
Las obras, de la naturaleza que fueren, producen en nosotros una experiencia estética, nos afectan desde el momento en que, de alguna forma, nos detenemos en ellas.
Las obras de arquitectura pueden ser observadas, pero especialmente transitadas y vividas. La música llega a todos los públicos, no importa que idioma conozcan y puede hacerlo de manera simultánea a grandes multitudes. La danza es, tal vez, la más antigua y necesaria de las expresiones. ¿Quién no se siente tentado a bailar con otros aunque no sepa hacerlo? La pintura recurre a los colores y las formas sobre una superficie. Las esculturas tienen volumen y nos llevan a movernos en torno a ellas. Hay instalaciones que nos obligan, a veces sin proponérnoslo, a argumentar sobre su significado y su sentido, unen lo conceptual a su expresión, nos mueven necesariamente a completarlas de manera comprometida y participativa. Como el cine o el teatro, hay experiencias estéticas en las que nos sentimos unidos a otros contemporáneos con quienes compartimos historia. La fotografía favorece cada vez más visiones de la realidad desde distintos lugares y en distintos momentos. Por el contrario, una obra clásica de pintura que ha logrado, como logró en el renacimiento, un dominio de la perspectiva organiza la realidad en referencia a un ojo único, ubicado de forma fija temporo-espacialmente. La fotografía, esa que hoy todos podemos tomar desde nuestros celulares, pequeños dispositivos que llevamos en nuestros bolsillos, nos permite comprobar que lo que vemos depende del lugar en el que estamos ubicados en el espacio y en el tiempo. La realidad es relativa a nuestra posición en el mundo. La obra digital, con nuevas tecnologías al servicio de la imaginación y creación humana, circula a gran velocidad por todos los continentes.
Ya no adherimos a una sola visión de las cosas, cerrada a principios inamovibles. Nuestro cotidiano vivir da cuenta de variedad de posturas y posibilidades en relación al mundo que habitamos y al que estamos permanentemente transformando. Tenemos que reconocer que naturalmente nos familiarizamos con diversas formas de vivir en él, de entenderlo y representarlo.
Ser un adulto mayor sano en el siglo XXI requiere un ejercicio de adaptación a través de la exposición a los muchos estímulos sensorioemocionales que el arte nos brinda. Dejarnos afectar por ellos es también realizar una revisión en nuestra vida personal, con las pérdidas y autocuestionamientos que conlleva, es ponerse en el humilde camino de aprender para seguir en un vivo intercambio con diversos grupos generacionales y culturales en el fluir de la historia.
La experiencia estética nos entrena en tener los sentidos abiertos a los estímulos. Nos lleva a tener una actitud lúdica ante la vida, que es búsqueda permanente, hermenéutica siempre activa, siempre incompleta y de alguna manera insatisfecha, pero que nos puede hacer sentir la felicidad aunque sólo sea momentáneamente.