Este mural de Rafael realizado en 1510 se encuentra en la Cámara de las firmas del Palacio Vaticano. Muestra en fructífero intercambio a personajes famosos de la Grecia clásica con otros de épocas anteriores. Bajo arcos que destacan la perspectiva del lugar se observan nichos en las paredes con las esculturas de Apolo, símbolo de la razón y Minerva, de la sabiduría liderando el conjunto. Los mayores representan a los más famosos científicos filósofos y artistas de la antigüedad, entre ellos una mujer, Hipatía de Alejandría, filósofa neoplatónica que se destacó en geometría, álgebra y astronomía. Son ellos los que enseñan y si bien tienen señales que nos permiten identificarlos, sus rostros son los de los grandes genios del arte. Platón, la figura central debajo del arco con el dedo índice elevado tiene los rasgos de Leonardo; Aristóteles y Heráclito, los de Miguel Ángel, Pitágoras, los de Bramante, el arquitecto renacentista, etc. El autor nos dice algo importante al fusionar al científico y filósofo con los genios del arte.
Además del reconocimiento que otorga al mayor, muchos sabios tienen el aspecto de ancianos, es la transmisión humana lo valorado aquí por el artista. La transmisión científica, filosófica y artística integradas.
Ya en tiempo de Rafael, los artistas eran creadores y se equiparaban en reconocimiento a los científicos y filósofos. Ya no eran, como en tiempos anteriores, considerados por la sociedad como simples artesanos. Eran, por el contrario, quienes transformaban el mundo con sus invenciones y creaciones y necesitaban para ello de todos los avances que otras disciplinas pudieran aportarles. A partir de genios como Rafael empezó a cobrar fuerza la idea de que los seres humanos transformamos, creamos y recreamos mundo.
Habiendo transcurrido en el planeta por un considerable tiempo podemos pensar que hay reservas acumuladas para sostener la vida. Se trata, por lo tanto, de tomar el hilo conductor de los sucesivos aprendizajes para solucionar los problemas ecológicos, sociales y de supervivencia que se nos plantean. El éxito en ello dependerá, no de la fuerza armamentista o financiera, no del poder para ganar y destruir al oponente, sino de la creatividad y de la capacidad de adaptación.
Se trata como adultos mayores de entender la responsabilidad que tenemos con las nuevas generaciones de transmitirles esa posibilidad de continuar en el río de la vida.
La obra de Rafael nos enseña esto al poner a los más encumbrados de todos los tiempos a dialogar entre ellos en un espacio común donde los saberes diversos se fusionan y enriquecen. Muestra a los mayores promoviendo lo transcultural y lo transdisciplinario. En lo cotidiano, no es necesario para una feliz vida que se trate de genios y eruditos Hay buenas gentes como las que cita Antonio Machado, ¨buenas gentes que viven, laboran, pasan y sueñan¨, que habitan la tierra relacionándose en paz con otros, que simplemente, con su trabajo, cuidando sus plantas o con los alimentos que brindan, dan cuenta de su sabiduría y bondad.
Sobre el autor:
Carmen de Grado
Carmen de Grado es Licenciada en Psicología, Máster en Psicogerontología, ex docente en la Universidad Maimónides de Buenos Aires (Argentina) y actualmente en el Instituto Iberoamericano de Ciencias del Envejecimiento (INICIEN).