Martes 31 de mayo de 2022
5 minutos
Desde hace unas semanas colaboro como voluntario en una entidad que imparte talleres de iniciación y uso de los teléfonos móviles a personas mayores, entre otros colectivos. Aunque estos talleres se pueden realizar online, prefiero impartirlos de forma presencial, ya que la experiencia para ellas –y para mí– es mucho más enriquecedora.
Una experiencia aleccionadora
No he visto colectivo más motivado para aprender el manejo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación que estos grupos de mayores. Pero el choque entre los materiales preparados con antelación para su enseñanza, por un lado, y el nivel de conocimientos y experiencia de los participantes, por el otro, no puede ser más brutal.
A la mayoría de las personas mayores que acuden a estos talleres nadie las ha explicado lo que simboliza cada icono que puebla la pantalla de su smartphone. Ni siquiera se les ha ayudado a practicar el pasar la yema del dedo sobre la pantalla, como si fuera un gesto que se les supone natural. Tampoco en ningún momento se les ha explicado que en un menú cualquiera hay casi siempre más opciones que las que aparecen de entrada en la pantalla de su teléfono. Y eso por no hablar de "Ajustes”, “PIN”, “PUK”, “Accesibilidad”, “Password”, “WhatsApp”, “Play Store”, “Apps”, “Android”, “email”, etc.
Todo esto sólo se descubre cuando el taller se imparte presencialmente. En una sesión online, y peor aún si está pregrabada, lo más probable es que uno pase por encima de los participantes sin pararse a considerar su experiencia de partida.
Mi primera reacción es la de vergüenza propia. Como se solía decir, “para enseñar matemáticas a Pepito, más que conocer las matemáticas hay que conocer a Pepito”. Pero la inmensa mayoría de las acciones para “incorporar” a los mayores al mundo digital, quizá sepan matemáticas pero desde luego ignoran y desprecian a Pepito. ¿Cómo introducir a una persona en el uso de internet a través de un video en YouTube, si nadie le ha explicado cómo conectarse a la red? Estas acciones parecerían puro sarcasmo si no fuera porque denotan una absoluta falta de sensibilidad. Lo que hacen es profundizar en la discriminación y la exclusión de las personas mayores. Es el llamado 'efecto Mateo', por la parábola de los talentos recogida en el Evangelio de San Mateo, que concluye: "Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará".
Dependencia informática
Cuando el acceso a la información, a las gestiones con organismos públicos y privados, a los canales de comunicación con otras personas, etc. van poco a poco migrando al mundo de la informática e internet, quien no tiene práctica en este terreno acentúa su dependencia. Y las barreras van creciendo. Aunque como reza el Código Civil (art. 6.1), "la ignorancia de las leyes no excusa de su cumplimiento", el acceso al BOE (“las leyes”) sólo puede realizarse por internet.
Todos los mayores que participan en los talleres que he impartido tienen su smartphone, su cuenta de correo, etc. Y, sin embargo, son prácticamente analfabetos digitales. Algún familiar cercano “ayuda”. Pero como decía Lao-Tse, dan pescado en vez de enseñar a pescar.
– “Mi hija (sobrino, nieta, etc.) me lo ha puesto todo así en el teléfono, pero no tiene paciencia cuando me atasco en algo o le pregunto cosas que no entiendo”.
Frases como ésta las oigo repetidamente durante los talleres. Muchas personas de este colectivo necesitarían un/a cibercuidador/a personalizado para poco a poco alcanzar un nivel de autonomía suficiente. No estoy hablando de entelequias: es algo que ya se hace en países de nuestro entorno como Portugal o Reino Unido.
El nuevo lugar de los mayores
Una de las transformaciones más radicales de nuestro mundo actual es el terremoto demográfico. No sólo gozamos de una vida más longeva, sino que el esquema familiar y los roles de hombres y mujeres, de jóvenes y mayores han dado un vuelco que nos ha pillado con mentalidades y estructuras sociales e institucionales desfasadas.
Cuando un factor como el aumento de la esperanza de vida o la incorporación de las mujeres al trabajo fuera del hogar cambia, otras “piezas” de nuestra estructura social deben hacerlo también: la redistribución de las tareas entre géneros en el hogar y en la sociedad; el nuevo lugar de los mayores y los ciclos de aprendizaje y de cuidados y ayuda a la dependencia, etc. Es algo que todavía no hemos sabido abordar, aunque sea una necesidad cada vez más urgente.
Seguir pensando que las personas mayores de 75 años son una especie de “residuo” social que no hay más remedio que tolerar no sólo es un crimen, sino también un error histórico y un lujo que no nos podemos permitir.
Si eres lector o lectora de 65YMÁS y quieres denunciar cualquier situación de la que hayas sido testigo, dar tu opinión sobre cualquier tema de actualidad o sobre cualquier circunstancia que te afecte, puedes enviarnos una carta a nuestro diario. Es muy sencillo. Sólo tienes que entrar en CARTAS AL DIRECTOR o rellenar este formulario: