El que ya va entrado en años es, sin saberlo, un hippie; un antisistema, un ácrata, y le importan pocas cosas; más bien, nada. Y no vive en una comuna porque hay una frase que la lleva clavada a fuego: "a mí, que no me mareen", pero si no…
Ese hombre, que con cuarenta años iba al curro de chaqueta y corbata, que cuando le preguntaban a qué se dedicaba contestaba "soy ejecutivo" e iba de exquisito; pues ahora le vale todo: una camisa sin planchar, un abrigo dos tallas más grandes o un jersey con un agujerillo de una colilla. Ahora se afeita cuando le da la gana o se deja barba y lo mismo come a las tres que no come, que hay pensiones que si no comes te duran mogollón.
Y a la hora de acostarse, pues le da igual a las doce de la noche que a las tres de la mañana; lo mismo se dedica a coleccionar tenedores o se pasa horas con la puerta de la nevera abierta para saber la capacidad que realmente tiene o se refresca si vive en Jaén, por ejemplo.
Este vertebrado, técnicamente Homo sapiens, está más cerca del Homo que del “sapiens”; tiene así un toque salvaje, un aire nativo de arco y flechas que le da lo mismo una cosa que otra. ¿Es que acaso vive en soledad?, no; ¿Es que se abandona?, tás de coña.
Este ejemplar de la familia de los García, Álvarez o Fernández, que se reprodujeron por la península al grito de "¡Santiago y cierra España!", aunque de cerrar nada, que tiene criaturas a espuertas, ha llegado a la plenitud existencial.
Qué hay que ir a una boda…, pues no va; que hay que ir de compras…, tampoco; que es el cumpleaños de…, que siga vivo; que… Ya le puedes poner todos los "ques" que se te ocurran, que él vivirá como en la selva. Va al súper a cazar comida, se pasea por la jungla de coches, observa machos y hembras y, luego, para la casa-cueva; enciende el fuego como lo hicieron sus antepasados, aunque él con cerillas, porque el bic no funciona, y… ¡a vivir!
¿Es posible que este elemento nacido en un centro sanitario y no en la sabana, que iría más con él, no lo comprenda nadie…?, pues no. Y entonces, ¿Quién lo entiende?, ¿Quién tiene esa alucinante capacidad comprensiva sin haber pasado por un psiquiatra? Pues sus nietos.
Ya ves, esos chavalines no solo lo entienden a la perfección, sino que presumen de él porque para ellos es un tipo auténtico, más natural que un cocodrilo comiéndose al ñu en el río Mara o que una leona hincándole el diente a la boba gacelilla.
Para los nietos, lleva una vida que mola, de calidad, y cualquier ropa que se ponga le queda que nin diola, que decimos en Galicia. Vamos, puntazo el tío, aunque tenga setenta años como setenta castañas. Y es que los mayores… molamos.
Del libro ¿Se es viejo a los 60?, tás de coña? (Amazon).